La lectura de los afectos: imaginación y empatía como prácticas de autodescubrimiento en el lector escolar
25 o los smartphones ? 4 Uno puede naturalmente empezar a interrogarse sobre todo ello y acabar absorbido por una inevitable impresión de amargura. Pero quizá convenga hacerse otra clase de preguntas mucho más beneficiosas desde un punto de vista educativo. Apelar entonces a nuestra memoria autobiográfica puede ser quizá un buen comienzo para empezar a «organizar nuestro pesimismo» (Benjamin, 2018, p. 70). ¿Cómo nos convertimos no- sotros, los maestros, en lectores? ¿Cómo rescatamos esa excepción viva que representamos, en este tiempo de «cri- sis», para otros sujetos, potenciales lectores, bajo nuestra tutela? ¿Cómo conseguimos, siendo parte de una comu- nidad de lectores, que la escuela responda a las dudas y a las inquietudes que carga el sujeto colegial? En otras palabras, ¿cómo conseguimos hacer que el libro —y lo que este representa— vuelva a significar algo para nues- tros alumnos? Como materia de autorreflexión, esta cla- se de preguntas son, finalmente, las que ayudan a un estudiante a convertirse en lector, pues le transmite más auténtica y espontáneamente nuestro deleite por dicho hábito. No olvidemos que el aula es, a fin de cuentas, 4 Aunque este tema excede la materia de este estudio, bien vale la pena reflexionar sobre el desarrollo de los otros hábitos cul- turales juveniles que ponen en práctica la lectura a través de medios principalmente de naturaleza digital (García Canclini et al. , 2015).
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