La lectura de los afectos: imaginación y empatía como prácticas de autodescubrimiento en el lector escolar
16 consolidación de la memoria a largo plazo sobre la que se asienta este relato autobiográfico es, en esencia, un proceso vinculado a la configuración de la identidad individual. De acuerdo con Draaisma, empezamos a recordar y a organi- zar la memoria solo cuando logramos construir el yo que hablará por nosotros (2009, p. 51). Lo mismo puede de- cirse, por lo tanto, de la experiencia del estudiante, a la cual padres y docentes solo podremos acompañar en adelante como cómplices o colaboradores. Solo entonces vivir es, como el leer, un acto de la intimidad y del secreto, ajeno a toda intromisión, «que ayuda a las personas a construirse, a descubrirse y a hacerse un poco más autoras de su vida» (Petit, 2001, p. 31). ¿Qué lugar ocupa entonces este relato íntimo en la educación escolar, al margen de su función estrictamente «formativa»? ¿Cómo la integramos, siendo un proceso tan trascendental, a nuestra labor docente? Desde nuestro punto de vista, es este el espacio que debe resguardarse y fortalecerse a través de la lectura literaria, por cuanto esta última es una de esas herramientas naturales que poseemos los seres humanos para dotar de sentido y coherencia —es decir, de cohesión— al constante flujo de experiencias que todos acumulamos y precisamos compar- tir. La analogía entre pedagogos y padres, la cercanía de la labor que comparten ambos en la tarea de socialización del niño o del adolescente a través de la literatura, coinciden aquí en esa segunda etapa descrita por Remo Bodei: la del
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