La lectura de los afectos: imaginación y empatía como prácticas de autodescubrimiento en el lector escolar
15 preliminar. A todos los seres humanos nos afecta, tal como ha observado Remo Bodei, una cesura existencial que nos define a partir de dos etapas «sincopadas» (2014, p. 16). La primera ocurre en el vientre materno y la segunda, años más tarde, fuera de aquel. Como explica Bodei, es imposi- ble restituir la experiencia inicial sin la ayuda de testimonios o documentos; y, por eso mismo, no conservamos propia- mente de ella recuerdo alguno. Reside allí la narrativa de las pataditas, de las ecografías, de la cálida metamorfosis que pasa del embrión elemental al bebé recién nacido, al pri- mer llanto en la sala de parto. Todo se nos presenta, en fin, como un archivo ajeno que pasa a formar parte de una mi- tología familiar a la que se nos introduce con posterioridad. Somos siempre oyentes pasivos de aquel tiempo mítico que nos llega apenas cristalizado bajo la forma de un relato. La segunda etapa, en cambio, es el tiempo de la historia per- sonal que empieza solo a constituirse con el surgimiento de nuestra memoria autobiográfica, la cual tiene lugar, se- gún sabemos ahora, no antes de los cuatro años (Draaisma, 2009). El aprendizaje de la vida propia —que está ínti- mamente relacionada con el recuerdo y su proceso narra- tivo— es, en ese momento, autónomo; pues los padres no son más los narradores de la historia sino los oyentes o los lectores de una experiencia que ya pertenece plenamente a los hijos. Entender esta diferencia resulta fundamental en lo que toca a la reflexión que aquí proponemos, porque la
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