La frontera disputada

nivel, producto de la supuesta instalación de una base militar estadounidense en el Perú, de la llegada de tres exministros bolivianos en búsqueda de asilo y, finalmente, de las declaraciones del presidente boliviano de que la demanda peruana ante la Corte Internacional de Justicia afectaba la aspiración de Bolivia a una salida al mar (Novak, 2013, p. 218; Notimex, 2009a). Habría que señalar, adicionalmente, que las negociaciones reservadas entre Chile y Bolivia, iniciadas en 2006 y que incluían el tema del mar, de acuerdo a Evo Morales estaban avanzado como nunca (Notimex, 2009b). Esta cercanía entre ambos países podía significar un motivo adicional de preocupación para la estrategia planteada por Torre Tagle. De esta forma, no solo por el deseo de tener buenas relaciones con Bolivia, sino también considerando los intereses del Perú ante La Haya, era conveniente reducir el ruido político que podía generarse al tratar de acercarnos a Bolivia. García Belaunde, entendiendo la existencia de un problema bilateral, nombró a Manuel Rodríguez Cuadros como embajador en Bolivia, esperando que pueda arreglar la situación. Como lo menciona García Belaunde, Rodríguez Cuadros empezó a generar una corriente de simpatía, llegando a mejorar la relación con la suscripción, en octubre de 2010, del Protocolo Complementario y Ampliatorio a los Convenios de Ilo de 1992. Lamentablemente, siendo de gran importancia para la relación, este acuerdo aún no ha sido ratificado por el Congreso peruano. Por lo pronto, la misma semana de la firma de dicho documento, el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, señaló que la demanda peruana ya no era considerada como un obstáculo insalvable para su pedido de salida al mar (EFE, 2010), lo que significaba un importante cambio en Bolivia respecto a nuestros intereses ante La Haya. Adicionalmente, las dificultades en la relación entre Bolivia y Chile con la llegada de Sebastián Piñera al poder en 2010 también permiten comprender el acercamiento peruano-boliviano. Cabe señalar que, frente a la presentación de la demanda marítima de Bolivia contra Chile, un poco menos de diez meses antes del fallo del diferendo entre Perú y Chile, nuestro país siguió mostrando simpatías por la causa boliviana, pero siempre reafirmando que se trataba de un tema bilateral. Mantenerse neutral era fundamental, ya que como señala Farid Kahhat «lo último que Perú necesita es que Chile sienta una ofensiva en su contra lo cual haría menos probable el acatamiento de la sentencia» (en León, 2013). Nuevamente, una estrategia que identifica la relación con 65

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