irrelevante la Carta Náutica del Ecuador recientemente aprobada (Riepl & Sifuentes, 2014, p. 69). Habiendo aceptado Ecuador negociar, las cancillerías de ambos países no habían podido avanzar en esa dirección. Sin embargo, luego de realizado el IV Gabinete Binacional en la ciudad de Loja ese mismo año, los presidentes Alan García y Rafael Correa trataron el tema directamente. El resultado de una larga y tensa conversación fue acordar la firma de un convenio de límites marítimos (Riepl & Sifuentes, 2014, p. 70; Gonzales, 2015, p. 38). Hace veinte años hubiera sido imposible alejar a Ecuador de Chile, no obstante, el Perú logró convencer a nuestro vecino del norte que era más conveniente cerrar la frontera marítima por medio de un tratado, que ser parte interviniente del proceso, cuyas consecuencias podrían no favorecerlo. El resultado de este proceso fue un intercambio de notas idénticas en 2011, el cual constituye un acuerdo de delimitación marítima, que confirmó no solo la inexistencia de un límite preexistente, sino que, además, la Declaración de Santiago solo había establecido un principio general. Asimismo, el acuerdo contenía la cartografía requerida para este tipo de casos, cosa que no sucedía en la Declaración de Santiago (RREE, 2013a, pp. 53-55). En otras palabras, como lo señala Allan Wagner, este acuerdo «constituye un tratado ex novo, es decir no tiene ninguna referencia a ningún hecho anterior, sino es hecho específicamente para establecer el límite marítimo entre el Perú y el Ecuador». Así, la interpretación chilena sobre la Declaración de Santiago como un tratado de límites, perdía peso de cara al proceso que Perú y Chile venían librando ante La Haya. Por otro lado, tratándose de Bolivia, no puede considerarse un caso equivalente al ecuatoriano básicamente porque dicho país, bajo ningún concepto, tuvo la oportunidad de intervenir en el proceso: ni era parte de los convenios que La Haya se encontraba interpretando, ni tenía un interés jurídico de importancia que pudiera verse afectado. No obstante, el mismo Alan García destacó que se buscó «evitar que Bolivia se sumara a la pretensión chilena soñando con tener, en algún momento, un corredor que le permita salir por esos territorios y disfrutar de ese ángulo marítimo» (USIL, 2014, p. 19). La relación entre Perú y Bolivia no fue de la mejor en los primeros años del gobierno de García. Luego de la accidentada visita de Evo Morales al país, en agosto de 2007, se dieron una serie de excesos verbales al más alto 64
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