allá que lo meramente económico, incluyendo las relaciones políticas, diplomáticas, sociales y culturales. Así, aunque las «cuerdas separadas» fueron de gran importancia, también existieron momentos difíciles que hicieron que esta política pasara a un segundo plano. Mientras estuvo Alejandro Foxley como ministro de Relaciones Exteriores en Chile, las «cuerdas separadas» marcharon muy bien, pero la llegada a la cancillería chilena de Mariano Fernández en marzo de 2009 no fue de gran ayuda. García Belaunde considera que se dio un quiebre que hizo muy difícil mantener una relación fluida. Considerando que 2009 fue un año electoral en Chile, Fernández, por su cercanía a la campaña de Eduardo Frei, habría utilizado el tema del Perú para dichos fines. Si bien con el nuevo gobierno chileno —desde marzo de 2010— se regresó a la política de las «cuerdas separadas», en el vecino país no existió un consenso frente a este tema; de ahí que a Alberto Van Klaveren, agente chileno ante La Haya para el diferendo marítimo, no le habría gustado el descongelamiento que se empezó a dar entre Perú y Chile. La preocupación radicaba en que «si Chile no se mostraba incómodo con la demanda, los jueces podrían pensar que darle la razón a Perú no provocaría consecuencias tan graves» (Riepl & Sifuentes, 2014, p. 51). No obstante, pensar en un distanciamiento no era la opción de los sectores empresariales (menos de un presidente como Piñera vinculado al mundo de los negocios), quienes promovían una mejor relación bilateral sobre la base de sus propios intereses (Rodríguez Elizondo, 2009b, p. 170). Una semana después de presentada la demanda por parte del Perú, el gerente general de la Cámara Chileno Peruana de Comercio, Raúl García Belgrano, pidió separar el tema comercial entre ambos países del problema limítrofe planteado por Perú ante La Haya; es más, señaló que «se trata de un tema judicial que debe resolverse en las instancias correspondientes, por lo que no debe afectar el intercambio comercial entre ambas naciones» (Notimex, 2008b). Este tipo de comentarios han sido recurrentes tanto en el empresariado chileno como peruano. En esta misma línea Alan Kessel, entonces presidente de PERUCÁMARAS, señaló que «los temas jurídicos no se pelean entre empresarios ni entre consumidores ni inversores» (Rodríguez Elizondo, 2009b, p. 209). Si tenemos en cuenta el avance en materia de comercio e inversiones dado a nivel bilateral en dichos años entre Perú y Chile, la política de las «cuerdas separadas» fue un éxito. Por un lado, 2008 y 2009 fueron los 59
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