acuerdo al derecho internacional, el cual considera a la jurisdicción a nivel internacional como uno de los mecanismos de solución pacífica de controversias entre los Estados—, las «cuerdas separadas» lograron prevalecer, superando este difícil momento. Así, la política de las «cuerdas separadas» no solo fue una fórmula inteligente que buscaba mantener la conflictividad en el ámbito jurídico, reduciendo los efectos colaterales (Rodríguez Elizondo, 2009a, p. 10), más aún cuando una decisión como demandar a un país vecino ante La Haya tiene un costo que se debe asumir; sino también fue, en palabras del excanciller Allan Wagner, una política sincera y constructiva, ya que caso contrario, la controversia pudiera haberse convertido en un aspecto perturbador de la relación. La imposibilidad de arreglar nuestras diferencias por la vía negociada llevó a proponer una fórmula que acompañase al proceso judicial iniciado. Justamente, la firma del Acta de Ejecución del artículo 5 del Tratado de 1929, en 1999, va a concluir con los temas pendientes de la Guerra del Pacífico, haciendo de la agenda bilateral más compleja. Perú y Chile ya no solo tienen como prioridades aspectos conflictivos —siendo el diferendo marítimo el tema central, existieron otros de gran relevancia como la venta de armas por parte de Chile al Ecuador en pleno conflicto del Cenepa, hasta casos de espionaje— sino también una extensa agenda cooperativa, que va a permitir comprender la importancia para nuestro país por no ver perjudicadas las redes de interdependencia económica que se han estado construyendo desde la década de 1990 y que resultan fundamentales para el desarrollo de nuestro país, más aun con el ascenso al poder en Chile del presidente Sebastián Piñera. Cabe señalar que, durante el gobierno de Bachelet se intentó construir otro término, el de la «relación inteligente» (Cabrera, 2011, p. 103). En mayo de 2008, durante la Cumbre ALC-UE realizada en nuestra capital, la presidenta Bachelet utilizó dicha expresión haciendo énfasis en la existencia de una agenda positiva de inversiones y proyectos, en el papel de las empresas chilenas en el Perú y en el crecimiento de la economía peruana (Notimex, 2008a). Días después, el término volvió a ser utilizado en el mensaje presidencial que Bachelet realizó el 21 de mayo al referirse a la relación con el Perú. Según García Belaunde, esto no pasaba de ser «un juego de palabras», que buscaba reducir la política de las «cuerdas separadas» al ámbito económico, pero ciertamente, esta fue mucho más 58
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