tratado, se debía realizar un plebiscito diez años después, en marzo de 1894, para determinar quién tendría la soberanía sobre las ciudades de Tacna y Arica. El plebiscito acordado no se llevó a cabo por discrepancias en quiénes podrían votar, la indemnización por parte del ganador, la forma en cómo se dividirían los territorios en disputa o la posibilidad de contar con algún árbitro internacional. Paralelamente, en el Perú se desarrolló una negativa percepción sobre el hecho de que Chile impulsara un proceso de chilenización en las ciudades en disputa. Esto creó las condiciones para la formación de organizaciones civiles ultranacionalistas («ligas patrióticas») que llegaron a la persecución y expulsión de peruanos, la quema de sus casas, y el cierre de periódicos y colegios. Los millares de repatriados tarapaqueños que llegaron en barcos al Callao en 1919 y 1920 denunciando los atropellos son recuerdos vivos de varias generaciones de peruanos. Finalmente, el 3 de junio de 1929 se firma el Tratado de Lima, mediante el cual Tacna regresa al Perú, mientras que Arica queda en poder de Chile. De esta memoria surge la imagen de Chile de un país invasor, arrogante, que se apodera de las riquezas de sus vecinos (trofeos de guerra), y que no es de confiar. Desde el lado chileno, la victoria militar reforzó el orgullo y sentimiento patriótico, y la convicción de constituir una sociedad superior en términos culturales, sociales y económicos sobre sus vecinos bolivianos y peruanos (Milet, 2004, 2005). La autopercepción de superioridad se argumenta privilegiando la existencia de una institucionalidad política estable y ordenada que permite un mejor desarrollo económico y gestión pública, pero sobre todo por una supuesta superioridad cultural basada en la identificación con lo blanco y occidental. Esto se visualiza con claridad cuando se observa la forma de las ideas fuerza de la memoria histórica oficial de Chile, como precisa Daniel Parodi (2010) analizando el libro Chile y Perú: la historia que nos une y nos separa (2002) del Premio Nacional de Historia de Chile 1992, Sergio Villalobos. Memoria que involucra cierta mitificación de un Chile antes y durante la Guerra del Pacífico, como un país ordenado, estable, coherente en sus políticas, cohesionado, y superior militar y económicamente al Perú y Bolivia (Mc Evoy, 2011). La memoria histórica del conflicto con sus imágenes y representaciones se ha reproducido a lo largo del tiempo a través de la enseñanza escolar, especialmente en los libros y clases de historia en ambos países. Por su trascendencia se ha convertido en un hecho central en la construcción de 37
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