boliviano-chilena, a partir de la creación de Bolivia en 1825. 5 De esta época, principal aunque no exclusivamente, viene el papel protagónico del Perú en los esfuerzos de solidaridad y concertación de los nuevos países frente a las amenazas coloniales e imperiales, que constituye, según Bruce Saint John (1999), el otro foco o tendencia de la política exterior peruana. 6 Los diez años del Tratado de 1883 se terminaron prologando hasta 1929; y, las cláusulas establecidas por este último solo terminaron de estipularse en 1999. 7 Donde se registraron cientos de miles de familias peruanas repatriadas, pérdida de propiedades y expulsión de maestros, curas y dirigentes sindicales, entre otros desmanes. 8 Como lo analiza Aldo Panfichi en otro texto de este mismo libro. 9 Ello contrasta con las grandes controversias nacionales que rodearon a las delimitaciones fronterizas anteriores, y, por supuesto, con la pavorosa desunión interna con que se encararon conflictos como la Guerra del Pacífico. 10 Hasta el día de hoy hay en Chile quienes suponen la existencia de un «irredentismo» peruano; así como hay quienes suponen en el Perú la subsistencia de un «expansionismo» chileno que se prolonga desde Diego Portales. Los primeros están convencidos de que el Perú mantiene la decisión de recuperar Arica; y los segundos piensan que el proyecto y la imagen de una supuesta «misión civilizadora» de Chile (tan bien analizada por Mc Evoy, 2011) tiene la voluntad de llegar hasta Arequipa. Ambas imágenes se alimentan recíprocamente y dificultan los entendimientos entre ambos países. 11 «Se cree también —y esto es el presente— que la Historia es instrumento de predicación de un nacionalismo celoso y agresivo. La Patria es, para el chauvinista, la mejor tierra del mundo, porque él tuvo la virtud de nacer allí [...] El Perú mismo tiene el caso del odio a los chilenos. Producido ya el arreglo —incompleto y tardío— sobre Tacna y Arica, se están desvaneciendo muchos prejuicios de orden y de rencor; y, con el tiempo, el odio a los chilenos será como el odio a los españoles que exaltó tanto en 1821 y 1865. Si nuestros poetas dijeron entonces que el equivalente de la palabra ‘indigno’ era la palabra ‘español’, algo parecido se dijo por poetas, diplomáticos, oradores y publicistas sobre el ‘corvo chileno’. Hoy España inspira respeto lejano, curiosidad artística, cariño atávico, desprecio estulto o indiferencia vaga; pero no odio. Mañana, Chile inspirará sentimientos de interrelación, de vinculación, de comunidad» (Basadre, 2000, pp. 31-32). 12 Qué mejor ejemplo de ello que la excelencia de las relaciones entre el Ecuador y el Perú, ayer de permanente enfrentamiento y hoy de ejemplar cooperación. Y, quizá otro ejemplo sea el de la análoga evolución de las relaciones entre Chile y Argentina. 13 Antonio Araníbar fue ministro de Relaciones Exteriores y Culto de Bolivia entre agosto de 1993 y agosto de 1997. 14 La lista completa del equipo aparece en Gobierno del Perú (2014). Sin embargo, hay que destacar la contribución de los llamados «tres mosqueteros»: Gustavo Meza Cuadra, Marisol Agüero y Juan José Ruda. Este último fue, además, junto con Claudio de la Puente y Ana María Sánchez, uno de mis colaboradores más cercanos y permanentes en 19
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