La frontera disputada

presidente. Pero más allá de las desavenencias, es claro que durante 1974 las relaciones entre Chile y el Perú fueron ambivalentes93. Desde el punto de vista del gobierno, el aislamiento internacional era una preocupación adicional, porque la tensión clave del periodo era su propia crisis interna. La situación económica era complicada, un persistente déficit de balanza comercial provocaba que faltaran recursos para el ambicioso plan de desarrollo nacional que estaba llevando a cabo Velasco. Esa carencia había tratado de ser suplida por el endeudamiento externo, y los préstamos efectivamente habían aliviado la situación, aunque a costa de aumentar la dependencia externa que Velasco buscaba reducir. El modelo estaba llevando a un gran contrasentido evidenciando la profundidad de sus problemas. Así, el gobierno estaba atrapado por sus contradicciones que saltaban a la palestra conforme declinaba la salud del conductor del proceso. En efecto, la tensión con la Marina llegó a su clímax en junio de 1974, poco antes de la expropiación de los diarios, cuando fue defenestrado el almirante Vargas Caballero y tomó el control de la institución un reducido grupo de almirantes comprometidos con la Primera Fase, que al carecer de apoyo en la oficialidad, iba a ser destituido luego de enfrentamientos sucesivos que debilitaron a Velasco. Así, la crisis del gobierno estaba en curso y era indetenible. Hoy que vemos los asuntos en retrospectiva, aquella no terminó con el golpe de Morales Bermúdez sino que se prolongó más allá, con las sucesivas purgas que caracterizaron a este gobierno. La crisis interna se hacía evidente en las reiteradas advertencias presidenciales contra las maquinaciones de la CIA, que estarían amenazando a la revolución peruana. En sucesivas sesiones, Velasco recuerda que al comenzar el gobierno expulsaron a agentes de la CIA que actuaban disfrazados de diplomáticos, y cuenta que posteriormente uno de ellos organizó el golpe de Estado en Bolivia contra Torres. En otra sesión, el conductor del proceso se pregunta cuánto habrá gastado la CIA en preparar el golpe de Pinochet94. La desconfianza en el gobierno estadounidense sigue creciendo y se traslada a organismos de cooperación pretendidamente no políticos, como el cuerpo de paz, que fue finalmente expulsado95. Los temores de una conjura alentada por la CIA eran alimentados por el minucioso seguimiento de las actividades del político peruano Eudocio Ravines. Para aquel entonces, Ravines era conceptuado como agente de las agencias norteamericanas de espionaje, después de haber sido secretario 115

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