Entendíamos que había llegado el tiempo de la reconciliación con Chile, que anunció Jorge Basadre, precisamente en el cambio de horizonte de 1931, cuando escribió Perú: Problema y posibilidad 11. Durante el proceso ante la CIJ, albergábamos, legítimamente, la esperanza de que el fallo pusiera fin a las desinteligencias y recelos mutuos. No nos resignábamos a la imagen de que las relaciones entre Chile y el Perú tenían que ser siempre de desconfianza, zancadillas y espionajes. De hecho, la historia demuestra que entre los países no existen enemigos naturales y permanentes (ni tampoco amigos naturales y permanentes)12. Este propósito y espíritu se mantuvo durante el proceso, como se demuestra en el tono mesurado y respetuoso de las autoridades gubernamentales peruanas y de sus abogados durante la fase oral. Desgraciadamente este clima se deterioró luego de la sentencia. En primer lugar, por las declaraciones del presidente de Chile, Sebastián Piñera, el mismo día del fallo; y luego, por el descubrimiento de escandalosas acciones de espionaje chileno contra el Perú, que eran incluso más graves en momentos tan delicados. El cuarto objetivo se refería a fortalecer el orden jurídico internacional y la solución pacífica de controversias. Como los problemas de límites, tanto terrestres como, especialmente, marítimos, han sido comunes a todos los países latinoamericanos, queríamos dar un ejemplo de sometimiento de las diferencias a las instancias internacionales de solución pacífica de controversias. Quinto y último, la solución del diferendo marítimo entre Chile y el Perú resultaba una pieza muy importante para asegurar la integración regional que, como ya se ha dicho, era una prioridad mayor de la política exterior peruana. PARÉNTESIS SOBRE INTEGRACIÓN Y SOBERANÍA Cabe aquí reiterar una creciente convicción política común: en el siglo XXI no hay futuro económico ni político para los países latinoamericanos por separado. La integración no es ya solo un ideal retórico sino una exigencia perentoria de la más prosaica realidad. Para ello habrá que superar los enfrentamientos seculares, como se logró en Europa entre Alemania y Francia, y debe lograrse acá, entre Argentina y Brasil, de un lado, y entre Chile y el Perú, del otro. Este reconocimiento de un futuro común, y no el mero ocultamiento del pasado, constituye el 11
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