que lo hacemos como receptores para interpretar las expresiones que recibimos como mensajes (Escandell, 1993). El modelo clásico de la comunicación postula que este es un proceso a través del cual se transmite información entre dos o más entidades. Los elementos que participan de él son emisor, receptor, mensaje, código, canal y contexto. Así, el emisor será el agente que codifique la idea por transmitir. El código que se utilice para esta codificación podría ser una lengua o cualquier otro lenguaje; es decir, un sistema de signos y reglas de combinación y sus respectivas convenciones de significación. Este contenido se codificará como mensaje y su expresión, según su naturaleza material, atravesará un canal (medio físico) para llegar al receptor, quien lo decodificará. El modelo señala que solo basta que se den las condiciones óptimas (conocimiento del código y ausencia de ruido) para que los hablantes entiendan el mensaje sin mayor inconveniente. Así, entender un enunciado supone un proceso algorítmico en el que el receptor debe realizar una serie de cálculos sobre la base de un código, que lo llevará a descifrar el mensaje que se le ha dirigido. De esta forma, bastaría con que el receptor considere el significado de cada palabra y oración en virtud de la convención lingüística de la lengua de que se trate para que logre obtener el significado del enunciado. Más aún, cualquier usuario del mismo código logrará el mismo resultado; es decir, asignará el mismo significado al enunciado. Por ejemplo, si el emisor le pregunta a un receptor determinado: «¿Tienes hambre?», el receptor decodificará el mensaje y responderá, dependiendo de la circunstancia en la que se encuentre: «Sí» o «No». Si estas fueran las condiciones en un escenario real, no habría posibilidad alguna de malentendidos. Sin embargo, el proceso de decodificación por parte del receptor no es un simple cálculo algorítmico que permita una comunicación satisfactoria. Si bien hay respuestas que se pueden formular haciendo uso de este cálculo, para que la comunicación sea verdaderamente exitosa se requiere de la interpretación del mensaje que se está recibiendo, que consiste en averiguar la intención por la que un hablante dice lo que dice en determinada situación. Por ejemplo, ¿qué sucedería si ante la pregunta anterior («¿Tienes hambre?») se da la respuesta: «Estoy con indigestión»? La expresión no responde directamente a la pregunta, por lo que no solo bastaría con decodificar, sino que tendría que interpretarse, determinar su 93
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