Introducción a la lingüística clínica

Las variedades diastráticas o sociales son aquellas que responden a los rasgos de edad, género y cultura. Actualmente, es muy difícil emitir un juicio de valor sobre las clases sociales en nuestro país de acuerdo con el poder adquisitivo de las personas, puesto que estas constituirían su posicionamiento desde más ejes que el puramente económico. De hecho, desde el análisis de la variedad lingüística social de una misma lengua, también es lícito analizar la manera particular que tienen de hablar los niños, que se diferencia de la variedad de los adolescentes y dista de la de los adultos y, más aún, de la de los adultos mayores. Sobre la base de esta afirmación, partículas léxicas conocidas y manejadas por un grupo de adolescentes pueden ser ininteligibles para sus propios abuelos y viceversa. Las variedades diafásicas se constituyen como aquellas variantes de la misma lengua que tienen plena realización en una situación específica. En otras palabras, aquellas determinadas por el contexto y se establecen como una manera particular de producir la lengua. Por ejemplo, un grupo de estudiantes universitarios que se tiene mucha confianza habla de una manera muy particular (probablemente haga uso de un discurso coloquial, de modismos e, incluso, de palabras soeces). Sin embargo, si en ese preciso momento apareciera el decano de la facultad a la que pertenecen, el tipo de discurso se tornaría formal de forma inmediata, sin necesidad de pensarlo, solo por el hecho de que la situación lo exige así. Por último, la variedad adquisicional es aquella en la que el hablante evidencia la influencia de su lengua materna en la producción de la nueva lengua que produce. Por ejemplo, el quechua y el aimara, lenguas andinas del Perú, tienen en su inventario fonológico los segmentos vocálicos /a/, /i/ y /u/; el castellano, los segmentos vocálicos /a/, /e/, /i/, /o/ y /u/. El castellano aprendido por quechuahablantes como por aimarahablantes registrará, en su producción oral, las características propias del inventario fonológico de su lengua materna. En otras palabras, el hablante cuyo castellano sea el andino dirá, en lugar [mesa], [misa] y, en lugar de [mosca], [musca]. Conforme la praxis de la nueva lengua avance, estas diferencias podrían encontrar aproximaciones fonológicas y compensaciones que le permitirán al hablante acercarse, desde su primera lengua, a este nuevo inventario de sonidos y estructuras sintácticas, entre otros. 3. LOS CASTELLANOS DEL PERÚ 463

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