topónimos; es decir, los nombres que reciben los lugares. En el contexto de la sierra, por ejemplo, el sufijo «-ni» que significa «lugar» y el sufijo «- marca» que significa «pueblo» son indicadores innegables de lenguas que ahora ya no se practican, pero que alguna vez se hablaron. Actualmente, en la sierra de Lima, en la provincia de Yauyos, se habla una variedad de aimara, denominada «jacaru». Su existencia denota el extenso dominio que tenía el aimara sobre nuestro territorio. La historia es muy clara y nos cuenta que el aimara fue perdiendo terreno frente al quechua, que se originó en Áncash y cuyos hablantes la llevaron al sur y a la costa del Perú hacia el siglo I de nuestra era. Debido al comercio, el quechua se expande al norte y al sur hasta el Cuzco. Eso explica cómo es que los incas, a pesar de haber tenido al aimara como lengua, adoptan al quechua como lengua del Imperio a partir del siglo XIV. Otras lenguas que se hablaron en los Andes peruanos son el culle, que se habló en la sierra norte del Perú y dejó de hablarse alrededor de 1930; el puquina, que fue desplazado por el aimara y se practicó en Bolivia y en el sur del Perú; el uro, que se hablaba alrededor del lago Titicaca y en las orillas del río Desaguadero y que actualmente la habla el pueblo chipaya en Bolivia; y el kallawaya, hablado por los herbolarios de la zona. Luego de la invasión española en el siglo XIV, nuestros mismos conquistadores decidieron no solo apoderarse de los territorios y riquezas incas, sino también profundizar la conquista espiritual. Por ello, muchos de los religiosos misioneros que se encargaban de evangelizar a la población debieron aprender muchas de las lenguas que se hablaban en el territorio peruano para cumplir con su cometido. Por ejemplo, en la iglesia de Andahuaylillas, en el Cuzco, se encuentra la fórmula del bautizo en las tres lenguas: puquina, quechua y aimara. En otras palabras, esas lenguas se seguían hablando en ese entonces. Sin embargo, hacia finales del siglo XVIII, los españoles prohibieron el uso de las lenguas indígenas. Algunas de las versiones más divulgadas afirman que, a través del quechua, Túpac Amaru II fomentó la rebelión con vistas a conseguir la independencia del yugo español, aunque esto último es solo una hiótesis. Finalmente, la selva peruana goza de una riqueza lingüística indiscutible. Entendemos como familia lingüística al grupo de lenguas que comparte un mismo origen, una misma lengua madre. Un ejemplo de familia lingüística es la romance, que alberga al castellano, portugués, francés, catalán e italiano. En la selva del Perú, existen diecisiete familias lingüísticas que dan como resultado más de cuarenta lenguas amazónicas. Por ejemplo, las 461
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