Introducción a la lingüística clínica

Otro ejemplo es el trabajo de Carruthers (2006), que va más allá de lo planteado por Fodor y plantea que el lenguaje y la mente en general es modular en su totalidad y no solo en sus procesos más perceptivos (Bijani & Nahvi, 2012). De acuerdo con ello, el lenguaje no solo se entiende como habla interna, sino como imágenes oracionales interpretadas, que constituirían el medio representacional del pensamiento (Gomila, 2008). Un hecho interesante de dicha teoría es que, al intentar aplicar su conceptualización del lenguaje a poblaciones clínicas como la de trastorno específico del lenguaje (TEL), se puede llegar a asumir que la modularidad del lenguaje, al menos en estos casos, es más interna que externa y se daría principalmente entre los aspectos semánticos y sintácticos (Levy & Kavé, 1999). Como respuesta al enfoque modularista y sobre la base de una visión computacional de la mente, surgió el modelo conexionista, de procesamiento distribuido en paralelo, o de redes neuronales (McClelland, 1999), en el que el procesamiento ocurre entre unidades muy simples, de inspiración neuronal, todas la cuales interactúan entre sí a través de las conexiones que las asocian. Cada unidad, entonces, informa de su nivel de 446

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