retraso ya antes mencionado, de una adquisición del lenguaje distinta a lo esperado (Acosta, 2014). Es por esto por lo que el término «retraso del lenguaje» no es un buen rótulo, ya que se ha observado que muchos niños con este diagnóstico posteriormente no presentan una evolución normalizadora, ni se resuelven sus dificultades antes de los seis años (Aguado, 2009). Pese a que hoy en día el término «trastorno del lenguaje» se utiliza por algunos autores como sinónimo de TEL (Reilley & otros, 2014), aquí será utilizada en un sentido más amplio, sobre la base de lo propuesto por Bashir (1989), quien plantea que el término alude a un conjunto heterogéneo de alteraciones, ya sea evolutivas o adquiridas, pero que tienden a persistir a lo largo del ciclo vital de sujeto de manera variable, caracterizadas por déficits en la comprensión, producción y/o uso del lenguaje. De la misma manera, debe agregarse que los síntomas, manifestaciones, efectos y severidad de estos problemas cambian en el tiempo. Junto a lo anterior, otros autores se plantean además que estos cambios ocurren como consecuencia del contexto y contenido de las tareas de aprendizaje a la que se ven expuestos los individuos (Paul & Norbury, 2012). Dicho de otra forma, un trastorno del lenguaje es una alteración del uso o la comprensión del lenguaje oral y/o escrito, o de otro tipo (código o sistema de símbolos), que puede comprometer la forma del lenguaje (fonología, morfología o sintaxis), el contenido del lenguaje (semántica) y/o la función del lenguaje en la comunicación (pragmática), y ello se puede dar en cualquier combinación posible (ASHA, 1993). A lo anterior se debe agregar que estas dificultades no corresponden a variaciones regionales, socioculturales o étnicas del sistema del lenguaje, lo que más bien es una diferencia y no una alteración (Kaderavek, 2011). 1. CLASIFICACIONES Existen numerosas clasificaciones de los trastornos del lenguaje, cada una con sus propios criterios de categorización. Algunas como las presentes en el DSM-V (APA, 2013) (véase tabla 9) o en el CIE-10 (OMS, 2003) (véase tabla 10) tienden a basarse en aspectos sintomatológicos para la subdivisión de los cuadros clínicos. Estas clasificaciones tienden a ser de amplio uso en los ámbitos tanto a nivel clínico como experimental. Existen, además de estas, otras como el Modelo Neuropsicolingüístico del Lenguaje (MPNL), de Narbona y Chevrie-Muller (2003), el cual describe 243
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