Dentro del planteamiento del desarrollo comunicativo, surge la necesidad de explorar de manera más intensa el desarrollo de la intencionalidad, ya que viene a ser un hito importante dentro de la comunicación y el lenguaje. Como se mencionó anteriormente, hacia la segunda mitad del primer año de vida, los bebés empiezan a tener mayor control sobre sus interacciones con el adulto y aprenden a comunicarse de manera eficaz. Este éxito motiva al niño a comunicarse más y mejor, aunque, al principio, el gesto será el medio de comunicación por excelencia ante la ausencia de la comunicación verbal. Owens (2003) señala que, hacia el séptimo mes, los bebés ya han desarrollado una relación especial con su interlocutor habitual y que demuestran, a través de gestos, su agrado al mantenerlos cerca y su desagrado o enojo cuando este se aleja. Hacia los 9 o 10 meses, ya imitan conductas motoras simples como decir «adiós» moviendo su mano. Los bebés de 9 meses suelen responder mejor a la petición de acción que a la vocalización y, además, son capaces de seguir la indicación que hace su madre o seguir la dirección de su mirada. Esta orientación de la mirada es más controlada por la madre, quien la aprovecha para seguir los intereses de su hijo. Entre los 8 y 12 meses, los padres también son capaces de comprender el estado emocional de sus niños a través de la entonación que ellos utilizan y, más allá de eso, de controlarlo. 2.3. Funciones comunicativas Autores como Bates, Camaioni y Volterra (1975), citados por Owens (2003), describen las funciones comunicativas iniciales y establecen tres etapas: La etapa prelocutiva va desde el nacimiento hasta aproximadamente la mitad del primer año de vida. En esta etapa, los niños son incapaces de señalar sus intenciones a excepción de aquellas conductas que les permitan mantener una interacción básica como el llanto, el gorjeo o ciertos gestos faciales específicos. El sistema de comunicación que tienen los bebés se va enriqueciendo en la medida en que los adultos empiezan a interpretar su conducta. A su vez, el incremento de las capacidades cognitivas de los niños les permite tomar mayor conciencia de los resultados de su conducta. Todo ello hace que los niños vayan buscando deliberadamente interacciones y respuestas en los adultos. 211
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