con precisión la «semiología lingüística» de los trastornos. Por ejemplo, en los errores de articulación de un niño que emite bien algunos sonidos en ciertas palabras y en otras no, puede estudiar si existen algunos alófonos alterados consistentemente en ciertos contextos. Es posible establecer también si una determinada alteración de la voz de una persona se relaciona con parámetros acústicos específicos en el espectrograma. Si un paciente no comprende bien el lenguaje, el lingüista puede describir en qué aspecto lingüístico parece centrarse su dificultad: ¿discriminación de fonemas?, ¿identificación de signos lingüísticos?, ¿problemas con los campos semánticos?, ¿dificultad para procesar algún tipo de estructura morfosintáctica? Obviamente, procesos tan complejos como la comprensión requieren también complementar el enfoque lingüístico con los aportes de la Neuropsicología y la Psicolingüística, entre otros. El lingüista también puede precisar los fenómenos que caracterizan el agramatismo de las oraciones en un paciente con afasia (pérdida del lenguaje por una lesión cerebral, generalmente del hemisferio izquierdo). La descripción cuidadosa de los aspectos lingüísticos alterados contribuye a una mejor comprensión de un trastorno, especialmente cuando se incorpora al conjunto de los demás síntomas (por ejemplo, alteraciones neurológicas, déficit de memoria y atención u otros). Respecto de la caracterización de la sintomatología lingüística de una persona con problemas, siempre es factible y atractivo para el lingüista intentar una descripción de todos los niveles lingüísticos, aunque generalmente es innecesario. Por ejemplo, si una persona presenta dificultades de voz, es innecesario caracterizar su desempeño gramatical. Son los profesionales que trabajan con los pacientes los que conocen los aspectos del lenguaje que merecen especial atención en los distintos cuadros (aunque no manejen una conceptualización lingüística). De hecho, son ellos los que pueden orientar la atención del lingüista a focos de real interés en el campo de la patología. Por otro lado, un trabajo conjunto permite evaluar si las características propuestas por la Lingüística clarifican la semiología de los trastornos y si se incorporan coherentemente en la semiología general de estos. Una mayor comprensión y caracterización de los cuadros facilita el diagnóstico diferencial que permite identificar el trastorno que afecta a una persona. Obviamente, la mayor aspiración es lograr un modelo explicativo que vaya más allá de la mera descripción de las alteraciones y que alcance un valor 157
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