El ámbito de los trastornos del lenguaje representa un gran desafío para el lingüista, pues le exige cambiar su perspectiva desde una lingüística teórica a otra aplicada: mientras el enfoque teórico se centra en el lenguaje humano y su interesante problemática, la lingüística aplicada, en cambio, se focaliza en las alteraciones que afectan el lenguaje en algunas personas. Estas se manifiestan en diversos momentos del ciclo vital humano (lactancia, niñez, adolescencia, adultez y senectud) y conforman múltiples cuadros originados por diferentes causas, que pueden implicar los distintos aspectos del lenguaje (fonético, fonológico, semántico, morfosintáctico, pragmático) y comprometer a los procesos de expresión o comprensión lingüística en diferente medida. Por otro lado, los problemas de naturaleza lingüística no se presentan en forma aislada; sino que, por el contrario, se interrelacionan con factores de diversa índole, tales como dificultades de origen neurológico, psicológico, etc. Por ello, el lingüista que incursiona en los trastornos del lenguaje suele encontrarse con un «mundo» que a menudo le es prácticamente desconocido. Es recomendable, por lo tanto, aceptar con humildad este hecho y empezar a explorar con buena disposición en este «nuevo territorio». Para ello, puede ser recomendable familiarizarse con los cuadros más frecuentes y con la terminología especializada. Esta tarea se facilita al integrarse en un equipo multidisciplinario, con profesionales vinculados con el tema (fonoaudiólogos, médicos de distintas especialidades, psicólogos, educadores, quinesiólogos, etc.). En esta tarea de integración, surge la necesidad de demostrar a esos otros profesionales que el saber lingüístico puede ser un aporte relevante para el quehacer relacionado con las patologías del lenguaje. De este modo, el lingüista necesita una gran capacidad de diálogo y de comunicación para transmitir el saber lingüístico de modo accesible y utilizable. Se debe señalar también que la lingüística aplicada a los trastornos del lenguaje, en general, puede tener dos perspectivas: a. La primera tiene como punto de partida un modelo teórico acerca del lenguaje que se intenta probar y validar en el campo patológico. Por cierto, con ello se puede contribuir indirectamente a la comprensión de la patología, pero el foco es el modelo. b. La segunda se centra en la persona afectada y en sus alteraciones lingüísticas. A partir de ellas, se busca o adapta un modelo que pueda contribuir a la comprensión del problema y a su superación. 153
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