CAPÍTULO I. EL LENGUAJE PARA LOS LINGÜISTAS Jorge Iván Pérez Silva Lingüista PUCP Antes de empezar a exponer cómo entendemos los lingüistas el lenguaje o qué nos preocupa sobre él, es necesario presentar dos advertencias. La primera es que no todos los lingüistas entendemos el lenguaje de la misma manera. Como consecuencia de esto, existen diferentes corrientes de pensamiento dentro de la lingüística, la ciencia que estudia el lenguaje en sus diferentes manifestaciones. En este breve texto no ensayaremos la presentación de las diversas formas de entender el lenguaje que existen porque sería infructuoso, ya que cada una de ellas está sustentada sobre buenas razones que requieren de más espacio para ser expuestas y discutidas de manera justa y provechosa para el lector. Lo que intentaremos, más bien, es caracterizar el lenguaje de la manera más objetiva posible, de modo que (casi) cualquier colega pueda estar de acuerdo con lo afirmado o pueda reconocer en qué no lo está. Y aquí presentamos la segunda advertencia: como cualquier disciplina científica, la lingüística está sujeta a las limitaciones cognoscitivas de los seres humanos. Las teorías que podemos construir sobre los objetos y procesos de la realidad que intentamos conocer dependen de la evidencia empírica de la que disponemos al momento en que las formulamos (lo que las hace temporales) y dependen de los principios epistemológicos que guían nuestro quehacer, los que, ciertamente, nos parecen adecuados para los fines que nos proponemos, pero podrían ser otros. Queda, pues, advertido el lector sobre la naturaleza del texto que tiene ante sus ojos. La manifestación del lenguaje más obvia para quien lo estudia es su aspecto material o el «plano de la expresión». El lenguaje es observable como una forma de comportamiento que nos caracteriza como especie, al igual que reír, razonar o caminar en dos piernas. El comportamiento lingüístico se presenta de dos maneras: como producción de sonidos con el 12
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