infantil como condición primaria o secundaria; es decir, asociada a condiciones de otro tipo (RCSLT, 2009). Se debe precisar que, en el caso de la población adulta, los trastornos del lenguaje son de carácter predominantemente secundario (Puyuelo, 2003) y muchas veces tienen relación con procesos degenerativos propios de la edad. El término TL se utiliza en un sentido amplio, ya que abarca dificultades del lenguaje a lo largo de todo el ciclo vital. De manera general, Paul y Norbury (2012) distribuyen a la población infantil portadora de TL de la siguiente manera: a. Niños con un TL primario, en los que el rasgo principal son dificultades del lenguaje sin identificación de causa biológica. El DSM-V se refiere al padecimiento de este grupo como un «impedimento del lenguaje». b. Niños de edad escolar con un TL primario que coexiste con alteraciones de la lectoescritura (dislexia y pobre comprensión lectora). Estas pueden ser referidas como trastornos del lenguaje y aprendizaje para llamar la atención sobre sus dificultades académicas. c. Niños con TL secundario, asociado a algún tipo de trastorno del desarrollo como los de espectro autista o el déficit intelectual, entre otros. En relación con la población adulta, los cuadros que pueden observarse, excluyendo las pérdidas auditivas, de voz y los trastornos del desarrollo que persisten hasta la adultez, son principalmente las afasias, que pueden dividirse en distintos subtipos, con diferente sintomatología, de acuerdo con la zona de lesión. Otras patologías presentes en este período de la vida son los trastornos del lenguaje secundarios por traumatismo encéfalo craneano (TEC), las demencias por diferentes causas (el mal de Alzheimer, la enfermedad de Pick o la demencia trontotemporal) y otros cuadros como los síndromes del hemisferio derecho (Puyuelo, 2003). Debe destacarse que, en ambos grupos, se excluyó las alteraciones del habla, que muchas veces tienden a acompañar a las patologías del lenguaje tanto en el niño (Gallego & Rodríguez-Santos, 2009) como en el adulto (Donoso & González, 2012; Duffy, 2005). A pesar de ello, muchas veces no es fácil diferenciar ambos tipos de patologías y, en algunos casos, la posibilidad de hacerlo dependerá de cómo se conceptualiza cada una de ellas. Un ejemplo de ello es la inclusión, por parte de algunos autores, de 128
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