su postura y gestos o correr por la playa gritando fuerte para activar sus pulmones. Además de ofrecer testimonio de diversos trastornos del lenguaje, la antigüedad también ha sido testigo del surgimiento de grandes figuras que se ocuparon de estos como objeto de estudio. Hipócrates de Cos (460-370 a. C.), reconocido médico griego, considerado el padre de la medicina, fue el primero en demostrar un especial interés en las patologías del habla. Él empezó el estudio y la investigación en esta área y llamó «foniascos» a las personas dedicadas a tratar las patologías de la comunicación. Más tarde, el filósofo griego Aristóteles (385-322 a. C.) implantó la teoría del arte vocal oratorio en la que estableció la relación entre los recursos vocales y la manifestación emocional, uno de los fundamentos básicos de su arte retórica. Durante la Edad Media, estos conocimientos no se profundizaron ni tuvieron mayor desarrollo, aunque el lenguaje fue objeto de profundas reflexiones teóricas como las de San Agustín acerca del signo. Es recién en el periodo del Renacimiento cuando el estudio de los temas propiamente vinculados con la fonoaudiología vuelve a cobrar especial interés en los ámbitos del teatro y la ópera. Durante los inicios de este periodo, el médico, astrónomo y astrólogo italiano Gerolamo Cardano, nacido en 1501, construyó las bases de la posible educación del niño sordo, en relación con la cual llegó a la conclusión de que se podía hacer «oír» a la persona sorda, «leyendo», y hacerla «hablar», «escribiendo». El siglo XIX trajo grandes aportes. El médico, literato, matemático y físico Paul Pierre Broca, al estudiar el cerebro de uno de sus pacientes, descubrió que existían zonas especializadas para el lenguaje, específicamente el área motora de la articulación, a la cual se llamó desde entonces «área de Broca». Por su parte, Alexander Graham Bell, científico e inventor británico, cuya madre y esposa eran sordas, creó el audiómetro, un aporte fundamental al área de la audición y el lenguaje. Con ambos aportes, el siglo XIX sentaba las bases tanto de las neurociencias contemporáneas como del uso de la tecnología para la recolección de la información. Otros aportes fueron los de Auguste Déjerine Klumpke y Herman Gutzmann. La primera, una neuróloga francesa de nacionalidad americana, fue la primera mujer en realizar su internado en un hospital de París y pionera en estudiar los comportamientos del habla y sus trastornos. El segundo, un médico alemán, publica el libro titulado Trastornos de 103
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