Hacer de la lectura una experiencia: reflexiones sobre mediación y formación de lectores
36 cia la apropiación de esas prácticas letradas debía ser la acogida y la hospitalidad que se brinda al sujeto que se está acercando a ellas. Esto es un paso importante, pues nos hizo darnos cuenta que el eje sobre el cual gravitan nuestros esfuerzos no son las obras en sí, sino las perso- nas que se las apropian en el acto de lectura. En otras palabras: el concepto de mediación ayudó a desplazar el centro de interés desde los textos hacia las personas que viven procesos de diálogo consigo mismas, con otros y con el mundo a través de (o gatillados por) esos textos. En el mejor de los casos, un mediador de lectura actúa como un agente de democratización sociocultural. Pero esta palabra hay que tomarla con cuidado, pues ciertos discursos de fomento de lectura han planteado que democratizar la lectura es favorecer el acceso de todos a los libros, lo que situaría el centro de la labor de mediación en el hecho de dejar los libros en manos de los niños, jóvenes o adultos con quienes se trabaja, pero sabemos que el rol de un mediador no es solo ese. Por supuesto que el acceso es uno de los pilares centrales en el proceso de democratización. Pero no es el único, pues el famoso «placer de leer», que se quería natural y espontáneo, nace raramente del contacto directo y único con el libro, especialmente en quienes por diversas razones (biográficas, sociales o económicas) han crecido lejos de la cultura escrita. Aquí llegamos
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