ambos cuadros; y en general, en el aficionado común que abrigaba simpatías por cualquiera de los dos clubes. El club de la Universidad se veía respaldado sobre todo por miembros de las clases altas y medias de la Lima de entonces, sectores étnicamente blancos y socialmente privilegiados, «los universitarios tendrán de su parte (también) el aplauso femenino» (El Sport, 19 de abril, 1930, p.13). Los del Alianza, por el contrario, encontraron una gran receptividad entre las clases populares limeñas, lo que les dio justamente su gran arraigo. Miguel Rostaing describe a la hinchada del Alianza en los siguientes términos: Los hinchas eran de diferentes barrios, claro mayor cantidad de La Victoria, y después de Abajo el Puente, de Malambo. Era popular Alianza, de obreros. Los de la U eran universitarios. Alianza representaba a la gente pobre y la U a la gente rica. Por eso los llamaron blanco y negro (Miguel Rostaing. Entrevista, 24 de abril, 1982). En estos años, en un contexto de creciente institucionalización, accedemos a un nuevo nivel de lo contradictorio, de lo conflictivo. Por definición, en estas nuevas condiciones, el Estado, representante de las clases dominantes antiguas y modernas, debía por ejemplo, apoyar al Alianza Lima, el club popular de los morenos del barrio de La Victoria. Lo que significaba, ciertamente, socavar su propio poder, porque ampliaba la hegemonía de las clases populares. Pero, por otro lado, también significaba que el Estado se legitimaba frente a estas mismas clases populares como un Estado o gobierno populista, que de paso, admitía cierta democracia étnica. Generándose, de esta manera, un proceso similar al que vivió la procesión del Señor de los Milagros en esos mismos años o la música indígena con la celebración oficial del Día del Indio (Stokes, 1987; y Núñez & Llorens, 1981). Al respecto, un comentarista de fútbol decía que, «en el campo de la democracia que es hoy día el deporte, no tiene cabida ninguna distinción de clase, de raza, ni tampoco intelectual» (Toros y Deportes, 19 de abril, 1930), lo que no es sino una justificación de las desigualdades que realmente existían. Esta institucionalización del fútbol popular y del Alianza Lima, por añadidura, contribuía a mistificar la realidad, aunque, nos parece, no anulaba la existencia del conflicto social y, sobre todo, de la posibilidad de un proyecto de actividad recreativa y sociedad diferentes. Veamos estos fenómenos en el caso concreto de los sucesos del año 1929. 3. LA DIALÉCTICA DEL CONFLICTO: CONFRATERNIDAD 95
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