de control y sometimiento social, que además adquiría características étnicas. «El fútbol es un deporte de negros» era la expresión consensual que explicaba, por un lado, la especialización de este grupo étnico en esta peculiar actividad (de ahí su virtuosismo) y, por otro lado, la misma incapacidad de este grupo étnico para desarrollar otras actividades (científicas, intelectuales, empresariales). Los soportes racistas de la sociedad limeña de comienzos de siglo, así como la organización de explotación económica, encontraban otra razón de ser en el fútbol. Dejad que los negros sean los ases del fútbol, para los otros grupos étnicos (en especial los blancos), y para las otras clases sociales estaban destinadas las funciones realmente importantes, y dirigentes, de la sociedad. No es ajeno, sin embargo, a este proceso social —de nuevo, contradictorio y dialéctico— el conflicto social. El apogeo, gloria y popularidad de los jugadores del Alianza Lima en la década de 1920, mal que bien representaba que las clases populares ganasen la hegemonía, si no total, por lo menos abrumadora en un espacio importante de la sociedad (el recreativo), y en una dimensión de la escena pública. Fue esta ascendencia, un motivo importante para la creación en 1927 del Universitario de Deportes, el club de los estudiantes de la Universidad, compuesto básicamente por sectores medios y altos, el que comenzó a rivalizar con el Alianza a fin de captar las simpatías del público aficionado. Los duelos futbolísticos entre el Alianza y la U se transformaron muchas veces en verdaderas batallas campales, como lo ha reseñado literariamente Guillermo Thorndike, las que mostraban una oposición (conflicto) social, económico y étnico, expresión de la lucha de clases en la Lima de entonces. Los contemporáneos eran conscientes de este fenómeno, así la revista Sport evaluaba el clásico que la U y el Alianza disputarían el 20 de abril de 1930 de la siguiente manera: El team universitario, formado en su mayoría por jóvenes que han aspirado siempre a la conquista del primer sitial en el fútbol peruano, encarna, por decirlo así, el ideal de renovación de nuestros valores en este deporte. Tras de ellos está una juventud animosa y entusiasta que los estimula con su aliento y su aplauso. [...] El Alianza Lima, club popular que se ha granjeado la simpatía y admiración de todos los buenos aficionados, representa el valimento deportivo de la clase más modesta: el pueblo. [...] De un lado está la juventud estudiosa y del otro de los obreros (El Sport, 19 de abril, 1930, p. 5). 93
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