iniciados varios intentos de controlar este crecimiento a través de la creación de instituciones para regular el deporte. Las primeras señales de esto fueron los torneos organizados por las fábricas que tenían equipos donde se regalaban copas y banderines y que terminaban en bailes patrocinados por la empresa. En 1912 se tomó un paso decisivo al respecto; se fundó la Liga Peruana de Fútbol. La Liga, formada en primera y segunda división, hacía sus campeonatos en el campo deportivo de Santa Beatriz. Los dos dirigentes máximos de la institución eran Eduardo Fry, representante de la élite social limeña, y H. G. Redshaw, miembro prominente de la comunidad inglesa. El deportista inglés Sir Thomas Dewar, a través de la colonia inglesa, regaló un escudo de plata que serviría de premio para el equipo ganador de cada temporada. Es con la fundación de la Liga que se comenzó a cobrar las entradas a los partidos de fútbol. A pesar de realizar campeonatos todos los años entre 1912 y 1921, la Liga estuvo plagada de dificultades desde el comienzo. No tenía local y carecía de fondos suficientes. No lograba imponer su autoridad sobre los clubes, y en 1922 se produjo un cisma en su seno que llevaría a su desaparición. Un sector de la Liga terminó fundando la Federación Peruana de Fútbol el 23 de agosto de 1922, que en 1924 se afilia a la FIFA72. La aparición de la Federación coincidió con la apertura del Estadio Nacional, regalo de la colonia inglesa con motivo de la celebración del centenario de la Independencia Nacional. Se había producido la institucionalización del fútbol y su reconocimiento como deporte oficial. «A Leguía le cupo convertir esa afición de masas en estructuras institucionales de práctica del deporte. Es decir, el Estado, por primera vez en el país, se encargaba de la organización y difusión del deporte. Pero ya el fútbol estaba preñado de pueblo y de lo popular, solo que esta esencia ahora se distorsionaba por la mediación de un Estado de clase» (Deustua, 1981a, 1982). Aunque el fútbol popular seguía manteniendo su status amateur, la espontaneidad popular de los primeros años, sobre todo en lo que respecta a la formación y funcionamiento de clubes, venía declinando velozmente. Otro aspecto aún más importante de la desaparición del fútbol espontáneo fue el progresivo uso de las llamadas «propinas» para remunerar, aunque todavía informalmente, a los jugadores. Estas se hicieron posibles a partir de la cobranza de entradas para asistir a los partidos. Sin embargo, al comienzo, debido al escaso público y los precios 89
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