Se agarraban entre el público. Era cosa brava cuando jugaban los chalacos con los limeños. Era como un boche. Enemigos desde ese tiempo los chilenos con los peruanos: así era entre ellos. Mucho pasionismo había. Allí un equipo que perdía. Que le ganaba Alianza, ¡uf! Por eso los referees no querían un match que jugara Atlético Chalaco con Alianza Lima. Una vez tocaba a este Sarmiento ser referee, y él les dijo: No, aunque me paguen el doble (Pedro Frías. Entrevista, 13 noviembre, 1981). El entusiasmo de las barras afectaba no solo a los espectadores, sino también a los jugadores. Miguel Rostaing, que jugaba por Alianza en estos partidos, relata las experiencias con los hinchas enfervorecidos, desde la perspectiva de la cancha: Había que jugar, pues, con cuchillo en la mano para hincar a cualquiera de esta hinchada, para hacerle tener miedo. Eran bravos los chalacos. Mucha gente bandida. Los pescadores venían con dinamita. Tenían su dinamita preparada. Entonces la barra limeña no aguantaba. ¿Con qué se defendía? Tenían que salir corriendo. Esos pescadores casi vuelan a un back que teníamos nosotros, con dinamita al lado de donde iba a sacar la bola. Casi lo vuelan con pelota y todo. Y otra vez nos ganaron un partido cuando hinchas, que estaban detrás del arco, le cortaron el potingo a Segala (el arquero de Alianza). Segala volteó la cara y ya el gol estaba hecho. Y a Segala se lo llevaron y le cosieron con 5 puntos. Temible por su barra. ¡Uf! Había que salir con el pantalón en la mano corriendo (Miguel Rostaing. Entrevista, 22 de abril, 1982). Entre otras cosas, estas escenas demuestran lo profundo que había entrado el fútbol en la conciencia popular limeña. Se creaban expresiones propias del lenguaje popular, como aquella del chimpún referida ahora al zapato deportivo. Se había hecho casi el único deporte de las masas urbanas y para muchos se convirtió en una preocupación central de la vida cotidiana. En las palabras de uno que sentía esa atracción: Cuando era joven, el fútbol era lo que más me gustaba. No había otro deporte más que el fútbol. Y después es la fiesta de 28 de julio, carnavales, casi nada, nada más. Pero el fútbol fue lo más emocionante, porque allí se juntaba, pues, todo. Todo era fútbol. De política, nada. El fútbol era más que nada, más que las chicas (Francisco Real. Entrevista, 28 de abril, 1982). Otro fenómeno que ocurría era el de la transferencia o el simbolismo. Transferencia no exclusivamente en el sentido psicoanalítico, sino sobre todo en el sentido social. El ídolo futbolístico a finales de la década de 1920, Alejandro «Manguera» Villanueva, por ejemplo, siendo un miembro de las clases populares —qué lejos estaban ya los «sport-man» de 1900—, 87
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