representantes más visibles del barrio. Como dijo un viejo hincha del Alianza: «La mayoría de La Victoria han sido aliancistas. La mayoría. Toditos han sido aliancistas. Raros son los que no han sido aliancistas» (Pedro Méndez. Entrevista, 24 de mayo, 1982). La victoria de un club en un partido llegó muy pronto a significar la victoria de todo un barrio sobre otro. Pero desde los primeros años del siglo, hasta la época actual, las clases populares llegaron al fútbol en formas aún más espontáneas que a través de clubes formales. Saliendo del colegio, o simplemente paseando por el barrio, no faltaban partidos entre muchachos. La experiencia de la mayoría debe de haber sido parecida a la de Antonio Maquillón, el que llegaría a ser el primer capitán de una selección peruana en la Copa Mundial de Montevideo en 1930: «Comencé a jugar en el colegio. Hasta la vaca me hacía para jugar al fútbol. Jugábamos en los potreros donde había que recoger la piedra para hacer cancha» (Antonio Maquillón. Entrevista, 19 de junio, 1982.). Miguel «Quemado» Rostaing, el hombre orquesta del fútbol peruano entre 1918 y 1936, cuenta una historia parecida sobre su iniciación en el fútbol: «Jugábamos en el barrio, a veces cinco contra cinco. En una pampa que siempre hay en diferentes sitios. En ese tiempo Lima era casi toda chacras. Jugábamos grupos de muchachos» (Miguel Rostaing. Entrevista, 15 de abril, 1982). Se jugaba por el puro goce recreativo y a veces, como cuenta Maquillón, «jugábamos once colas. Se llamaba cola o soda una botella que se hundía la bola y se tomaba. El que ganaba tomaba esas colas. El que no ganaba, veía pues» (Antonio Maquillón. Entrevista, 19 de junio, 1982). Para los jóvenes de los sectores más pobres, que carecían mayormente de instituciones que orientaran su vida social, el fútbol llegó a tomar una importancia en la vida cotidiana mucho más allá de lo deportivo. El pequeño equipo de fútbol se volvió en muchos casos en grupo de amigos íntimos que se veían tanto fuera como dentro de la cancha. Cuenta Maquillón que «los del equipo éramos muy unidos. Íbamos al cine. Hacíamos palomilladas. A jugar trompos, a jugar las bolas. Mis mejores amigos eran los que jugaban conmigo» (Antonio Maquillón. Entrevista, 19 de junio, 1982). O en las palabras de Rostaing: «siempre parábamos juntos. Íbamos al cine, y como era muy oscura La Victoria (en 19121914), así que íbamos de cuatro, cinco, hasta el Omnia. Así que de La Victoria nos íbamos y penaban. ¿No ve que era muy oscuro? Sapos, culebras, de todo había. Hasta tales que a mi compadre Alberto 78
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