desligadas de las netamente productivas, por ejemplo, a las artes creativas o a la religión. El deporte se ubica dentro de estas; constituiría, según la afirmación clásica y algo esquemática de Louis Althusser o Marta Harnecker, una actividad «super-estructural» (Althusser, 1974; Harnecker, 1968)58. Es decir, si lo definiéramos de una manera más rigurosa, se encuentra al margen de la jornada de trabajo en sí, pero no escapa a la sociedad en general. En cierto sentido contribuye a reproducir el sistema de producción y las relaciones de producción, aunque también expresa los antagonismos y las contradicciones de ese mismo sistema y de esas mismas relaciones. La manera en que el fútbol, como elemento superestructural, contribuía a reproducir la sociedad peruana o limeña a comienzos del siglo XX, pero al mismo tiempo expresaba sus antagonismos y contradicciones, es justamente lo que nos proponemos explorar en este estudio. Varios teóricos han sostenido que la existencia de una clase social definida pos sus condiciones objetivas es una condición necesaria pero no suficiente para la constitución de una clase «para sí»; es decir, una clase con la capacidad de percibir sus intereses y actuar para promover o defender esos mismos intereses. Los obreros de las fábricas de Lima y Vitarte en 1920 no solo limitaban sus preocupaciones a su jornada del trabajo —sobre todo en las fábricas textiles de Santa Catalina y Vitarte Cotton Mill— sino también a las actividades que realizaban más allá de la jornada laboral: el sindicalismo, el teatro, la ópera, el fútbol59. Si el fútbol que jugaban los obreros textiles tenía el efecto de legitimar, de alguna manera, su subordinación a los dueños o autoridades de las fábricas, de integrarlos al régimen jerárquico que existía en la fábrica y en la sociedad, o a crear divisiones entre los mismos obreros e inculcarles un espíritu de competencia entre sí, entonces se podrá concluir que, efectivamente, el fútbol contribuía a la subordinación de los obreros y a reproducir así el sistema de producción. Pero, en cambio, si el fútbol servía para hacer más sólidos los lazos sociales o psicológicos que unían a los trabajadores, para promover la idea entre ellos que, como grupo unificado, podían ejercer cierta fuerza frente al régimen de los dueños de la fábrica y así, de cuestionar la autoridad de sus opresores, esos serían ejemplos de la manera cómo el fútbol, aunque producto de una sociedad capitalista, era de una naturaleza contradictoria, y podría llegar a ser un elemento que contribuyera a amenazar la estructura de esa misma sociedad. 68
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