correspondía a los clubes formados en las escuelas pero que con el paso del tiempo rompían sus vínculos con ella. El tercero, formado por niños de una misma escuela que, sin embargo, no recibía el apoyo de su institución para esta actividad. El mejor ejemplo de este último tipo es el Atlético Chalaco, que progresó desde un club infantil a uno de jóvenes universitarios, logró un gran éxito en la competencia y desarrolló fuertes rivalidades con clubes de Lima (el Lima Cricket y el Unión Cricket). La propagación del fútbol encontró en la escuela su primer canal de expansión, pero rápidamente nuevos espacios acogieron su práctica. El ámbito barrial pronto fue testigo de la multiplicación de este tipo de clubes (especialmente en el Callao): el Libertad, el Independencia, el San Martín, el Bolognesi, el Sport Sáenz Peña y el Unión Callao fueron los más importantes; tales clubes realizaban muchas actividades sociales y de esparcimiento, pero la mayoría no logró alcanzar el momento de expansión de la competencia —hacia 1910—. En Lima existió un menor número de clubes con estas características, pero estuvo el más importante: el Alianza Lima. Este club, formado por jóvenes de clases medias empobrecidas, entre los que se contaban descendientes de italianos y chinos, tuvo mucho éxito en la época de la competencia, lo que condujo a la transformación de su entorno y a la construcción de una identidad popular en torno suyo. A contracorriente de la imagen más difundida, que afirma que los primeros pasos del fútbol en esta ciudad fueron dados por sectores populares que lo practicaban en calles y callejones, las fuentes que hemos revisado nos muestran que no fue así. Primero fueron los emigrantes ingleses y la élite, y después, desde la escuela, fueron los niños y adolescentes de toda condición social los que practicaron este deporte. Pronto nuevos espacios se sumarían como ámbitos propicios para el nacimiento de nuevos clubes y actividades deportivas, como el barrio y el espacio laboral. En todos los casos, la creación de clubes estaba amparada por, o permitía la creación de, lazos de sociabilidad que edificaban roles para los actores, tanto dentro como fuera del terreno de juego. El valor y peso de estos roles se multiplicaba cuando estos clubes participaban en la competencia. Los más exitosos consiguieron prestigio, el cual se transmitió tanto al club como a los individuos que jugaban, los socios y padrinos de la misma, y también al espacio al que pertenecían. Los que pertenecían a un barrio, zona de la ciudad o balneario, se endosaron ese prestigio y este se convirtió en un elemento más que fortalecía la adhesión y la tradición local. Estas adhesiones también se construyeron en los 54
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