Ese gol existe 2da edición

Es en La Victoria, hacia mediados de los años 1920, que el Alianza Lima empieza a construir un mecanismo de adhesión en torno suyo, lo que coincide con sus mayores triunfos deportivos. Esta adhesión se apoyó en múltiples factores: el espacio barrial (equipo de La Victoria), valores étnicos (reconocido como equipo de raza negra), sociales (club de obreros y del pueblo), culturales (asociado a la cultura criolla), estéticos (estilo de juego pícaro y alegre) y religiosos (devoción al Señor de los Milagros). Pero la construcción de estos valores debía fundamentarse en un discurso histórico que los legitime. Es en los años 1920 que el Alianza adquiere estas características y reconstruye su «propia historia» creando un nuevo pasado que justifique la adopción de los nuevos valores, a todas luces ligados a las clases populares. En esta época surge la historia que asocia los orígenes del Alianza con la gente negra que jugaba en los callejones, donde los jugadores familiarizados con bailes afroamericanos construían su estilo de juego pícaro y vistoso53. Cuando el Alianza completó estas características, las adhesiones devinieron en identidades. El Alianza aglutinó en el ámbito deportivo la representación de lo negro y lo popular; pero la consolidación de identidades vino acompañada de conflictos. El fútbol puede fortalecer los conflictos, pues lleva al enfrentamiento de un club con otro. La creciente popularidad del Alianza a lo largo de la década de 1910 lo convirtió en uno de los clubes más representativos de Lima y desarrolló una rivalidad con los clubes del Callao, especialmente con el Atlético Chalaco, el más exitoso del puerto. Pero hacia finales de la década de 1920 —cuando enfrentó a los estudiantes universitarios de la Federación Universitaria—, esta rivalidad fue reemplazada por otra y se instauró la competencia deportiva más importante de nuestro país. El Alianza, instalado ya como el representante de lo negro y lo popular, enfrentaba a la Federación, a la juventud «culta» y «blanca». La competencia fue lo que permitió la supervivencia de los clubes. Estos eran inicialmente lugares de encuentro para sus socios, espacios donde compartir el ocio y fortalecer vínculos interpersonales. Pero los socios no eran capaces de sostener económicamente a la mayoría de sus instituciones, las cuales desaparecían indefectiblemente. Frente a este problema, los mecenazgos constituyeron una solución. El «padrino», bajo la forma de socio honorario, abasteció al club de logística, infraestructura y materiales, pero, además, le otorgó prestigio. Los clubes ganaban para sí el prestigio del personaje que actuaba como patrocinador, quien se 52

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