Fue una batalla dura la que tuve que dar para convencer a los directivos de la radio de abrir los micrófonos al público; tuve que presionar mucho, incluso amenacé con llevarme Deportegrama de Radio Libertad, pero finalmente lo conseguí. Íbamos a probar por unos días, a ver cómo respondía la gente. Yo no necesitaba más, sabía que el éxito sería inmediato. Micrófonos abiertos, números telefónicos al aire y que llame el que quiera para dar su opinión, incluso para criticarnos. En la cabina todos estaban asustados. —Littman, ¿sabes en qué se parece Balán Gonzales a Romario? —preguntó un oyente al aire. —¿Balán a Romario? —me agarró frío. —¡En nada!, ja, ja, ja... Deportegrama fue desde sus inicios un programa que corría riesgos, innovador, desenfadado. Teníamos un panel de comentaristas destacados, pero no nos quedábamos solamente en dar opiniones. Incluimos otras secciones muy picaditas como el carrusel de datos; también se hacían imitaciones de las voces de algunos personajes, poniendo un toque humorístico. Era un programa fresco, que pegó mucho entre los jóvenes. Cuando abrimos los micrófonos al público, fueron los jóvenes los que más llamaron, para dar sus opiniones, defender a sus equipos, pero también para hacer comentarios graciosos, por ahí burlarse de algún jugador, algún periodista, hasta de los mismos que hacíamos Deportegrama. Yo siempre he tenido mucha correa y me resbalaba si algún oyente me insultaba por teléfono. A los que hacían eso, no les cortábamos la llamada, yo les seguía la conversación. —Littman, ¿tienes datos de ese jugador Larry que viene para Alianza? —dijo una voz a través del teléfono. —¿Larry, qué Larry? —pregunté yo. —Larriconcha tu madre, ja, ja, ja —se rió el oyente. —Uy hermanito, ¿para eso llamas? —yo intentaba mantener el diálogo—. ¿Qué ha hecho mi viejita para que te metas con ella? —No tío, una bromita nomás, con mucho cariño —se bajó rápidamente el palomilla. En un programa de una hora recibíamos como cien llamadas de los oyentes, no todos podían salir al aire, las líneas se saturaban. Los directivos de la radio estaban felices porque esa era la confirmación palpable de la gran audiencia que teníamos, muchas veces Deportegrama 411
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