Ese gol existe 2da edición

de los seguidores de la Universidad era una fiesta y celebraba ruidosamente cada jugada, cada lance de su equipo. Hasta que el árbitro Mansilla hizo sonar el pitazo final. Campeones. Campeones de la reserva. Todos los cremas victoriosos se fundieron en un abrazo emocionado. Y Lolito ahí. Campeón a los diecisiete, campeón en el Nacional y a estadio lleno. Campeón derrotando a Alianza Lima. Campeón anotando goles. Campeón y lechero, hubiera acotado cualquiera de los hermanos. Arturo, Eduardo o José. Sí. Campeón y suertudo porque el gol había sido en posición adelantada. Luego a celebrar. A disfrutar el momento con el equipo y entonar los cánticos triunfales de todo camarín ganador. Allí donde también se reza en voz alta y se agradece al Señor la recompensa por el esfuerzo entregado. Allí donde circulan el jabón y la felicidad, donde nada te duele si has ganado. Esa tarde, tras cambiarse de ropa y bien peinadito, Teodoro Fernández abandonó el camarín crema sacando más pecho que nunca. Estrenaba pasito de campeón. Sus hermanos lo felicitaron con ese natural cariño que nutre a las familias bien formadas. Eran un solo puño los Fernández de Hualcará y esa tarde eran un puñado de dicha. Lolito, el benjamín, era cosa seria. Ellos lo sabían desde los tiempos de corretear entre acequias y cultivos. Cosa seria. Ahora lo empezaba a saber el resto del mundo. Lolito se había llevado de paseo, de paseo veloz, a experimentados jugadores blanquiazules. Alguno lo había querido asustar o contener a la mala, pero él tenía argumentos superiores. Lolito iba para arriba. Y eso que todavía no había sacado un cañonazo como los de la chacra. Los Fernández estaban contentos y sentían que lo mejor de Lolito estaba por venir. Felicidades, campeón, ahora hay que celebrarlo. Pero será después del partido, Arturo, mira cómo están jugando los chalacos. Mientras los Fernández vivían la fiesta de la sangre, así hubiera dicho el abuelo sevillano, sobre el campo de juego se iba perfilando, ya bien entrado el partido, un inamovible y muy disfrutable cero a cero entre el Combinado Chalaco y el Atlético Bellavista del Uruguay. Los aficionados seguían el lance con mucho interés y aplaudían con afán el rendimiento del sistema defensivo chalaco formado esa tarde por tres estrellas mundialistas. Brillaba Pardón en casi cada intervención. Mario de las Casas demostraba el valor de su nombre sobre un campo de juego y Antonio Maquilón daba seguridad en cada jugada. 198

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