estudiantes agrupados en su federación se oponían, proclamaban la autonomía universitaria y reclamaban para sí la capacidad para evaluar catedráticos. Con la caída de Leguía se liberaron varios presos políticos, entre ellos distinguidos catedráticos que al reintegrarse a la Universidad marcaron en ella un inolvidable momento de euforia cívica, política y académica. Cuajó una estrecha relación entre los universitarios y sus catedráticos reincorporados que auguraba sin duda mejores tiempos. Pero progresivamente esa esperanzadora atmósfera se quebró, empezaron las protestas sociales y la propia universidad fue pronto tipificada por el gobierno y sus nuevos esbirros como una «mata de apristas y comunistas». No era poca cosa. Se vivía en pleno recelo y para los ojos de la Junta el problema se agrupaba en una federación y esa federación tenía un equipo de fútbol que iba cobrando cada día más seguidores, y que acababa de obtener una sensacional victoria sobre los campeones del mundo del Uruguay. Y ahora resulta que porque ganaron un partido arman una manifestación universitaria en plenas fiestas. ¿A dónde quieren llegar? En las altas esferas se discutía si había llegado la hora o no de poner a los universitarios por fin en vereda. Eran jornadas de encendido debate en las aulas, jornadas en las que la disputa ganaba las calles al calor de la protesta. La presencia del decano Gálvez en un camarín ganador y lleno de arengas, aunque se hubiese originado en un hecho eminentemente deportivo, cobraba el mismo tono vibrante de las arengas políticas. Y la caravana victoriosa posterior al encuentro devenía pronto en triunfal manifestación política en la que se vociferaba contra la Junta y se terminaba aplaudiendo la autonomía universitaria frente al intento de gobierno por socavarla. Eran jornadas inolvidables en las que se proclamaba a todo pulmón libertades de un tiempo nuevo. Todavía quedaban fiestas que celebrar, pero la imagen de estudiantes universitarios ganando las calles tras el partido con Bellavista, recordaba a todos los disturbios callejeros que solían marcar las jornadas del desencuentro. Traía de pronto la indeseada evocación, en plenas fiestas, de un horizonte de desencuentro que amenazaba con estallar tras la partida de los Reyes Magos. Quedaba fiesta por celebrar. Ahora le tocaba al Atlético Bellavista afrontar su tercer compromiso, esta vez enfrentando al campeón vigente del fútbol peruano, el Atlético Chalaco, que se reforzaba debidamente para dar lugar a un Combinado 193
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx