reservas. Y esa también la ganamos Arturo, ya vas a ver. En ese momento los hermanos Fernández, flor de felicidad y triunfo, brillaban de manera diferente. Ya casi era de noche cuando los jugadores terminaron de ducharse y tras salir del camarín, donde recibieron la efusiva felicitación del doctor José Gálvez, ex decano de la facultad de Letras de la Universidad Nacional de San Marcos, prestaron algunas declaraciones a la prensa. Los uruguayos también asomaban, recibían los saludos de la afición y atendían a los reporteros. Tras haber disputado el balón arduamente sobre el terreno de juego, peruanos y uruguayos, bien peinaditos y recién bañaditos, se saludaban con cordialidad y atendían a los cronistas. Fue en esa circunstancia que José Nasazzi, tras saludar caballerosamente al Toro Astengo, ofreció una dimensión más de su gran calidad humana. Algún reportero local, acaso incrédulo todavía, le preguntó a Nasazzi si le parecía justo el triunfo del equipo de la Universidad. Nasazzi se sorprendió y sentencio: «Hemos perdido y toda derrota un deportista de verdad la acepta noblemente». A tal señor, tal honor. 3. UN PRIMER TÍTULO El sensacional triunfo del equipo de la Universidad tuvo diversas connotaciones, tanto en el campo de lo futbolístico como fuera de él. La resonancia deportiva fue inmediata. Al día siguiente la victoria estudiantil fue saludada sin vacilaciones por la prensa como el primer triunfo sobre un equipo uruguayo, y quienes previamente habían estado pidiendo que la U se reforzara tuvieron que recular. No les quedó otro recurso que rendirse en elogios a la actuación de la zaga crema. Fue un momento triunfal para Arturo Fernández, injustamente cuestionado en los días previos al encuentro ante los campeones del mundo. La dinastía de Hualcará tenía para rato en el equipo de la Universidad. Pero el gran logro deportivo se daba en el marco de una situación política y social singular que contribuyó a otorgarle resonancia adicional al triunfo de los jugadores de la Universidad. En ese tiempo la relación entre el equipo de fútbol y la Universidad de San Marcos era orgánica, de manera que sus destinos estaban atados. La gran victoria sobre los campeones mundiales del Uruguay coincidía con un momento de lucha y tensión entre la comunidad universitaria y la Junta de Gobierno. Sánchez Cerro y su entorno querían intervenir y controlar San Marcos, los 192
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