Pacheco ganó la raya y sacó un centro dirigido en esta ocasión al segundo palo. Allí asomaba Souza cerrando veloz por izquierda. El mundialista Souza no vaciló, midió la trayectoria, sintió los gritos de gradería y los hizo suyos empalmando un zurdazo fuerte, esquinado y con indiscutible destino de red. Golazo nuevamente. La Universidad 2-Bellavista 0. La puesta del sol todavía no doraba los perfiles del escenario y de la multitud, pero ya la tarde había cobrado un matiz encantado. El marcador favorable al equipo de la Universidad se ajustaba a la realidad y desató la idolatría en la tribuna. Ahora qué irán a decir los enemigos del equipo que querían imponer refuerzos, pensaba Lolo feliz, mientras aplaudía a sus compañeros y se unía, como todo el Estadio Nacional, en un grito solemne y festivo que ganó los aires y dominó la fiesta: ¡Pacheeeeeeco, Pacheeeeeeco! Tantas emociones juntas en apenas media hora de juego. Eso sí, el segundo gol ya no era broma y tenía la virtud de haber despertado por fin a los uruguayos, que empezaron a inquietar al local. Dorado alcanzó a hilvanar varios avances pero los centros servían para el lucimiento de Arturo y Denegri. Lasús también llegaba con seguridad al balón y Gastañeta se dio maña para mostrarse en dos atajadas muy aplaudidas. Vaya momento feliz. Lolito sentía, como todos, que estaban empezando a atacar a la Universidad más que nunca, pero le invadía un regocijo interior al ver, una y otra vez, la reacción estupenda de su hermano Arturo sobre el campo de juego. Parece un gladiador, pensaba Lolito, contemplando el accionar de su hermano Arturo, cuando de pronto sonaron clarines imperiales, casi propios de un coliseo romano. En efecto, era la marcha de las banderas anunciando la presencia del señor presidente de la Junta de Gobierno, Luis Sánchez Cerro. El encuentro se detuvo mientras el Mocho descendía del vehículo oficial y se encaminaba, marcial el paso, a darse un baño de pueblo desde el palco de honor. Para entonces ya eran las cinco de la tarde con diez minutos. O Sánchez Cerro había estado muy ocupado persiguiendo a un conspirador o alguien le había «dateado» a último minuto que ganaba la Universidad y había que estar presente. Establecidos los saludos protocolares correspondientes, y tras alternar venias con choque de tacones, todo quedó listo para la reanudación del encuentro. Lolito no paraba de sonreír. Era un tremendo el Mocho, la paralización de juego ayudaría al equipo de la Universidad a recuperar el aire para aguantar mejor los últimos embates del primer 187
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