Ese gol existe 2da edición

ofensiva de los campeones mundiales figuraban el peligroso Pedro Dorado, Lagos, Nasazzi de centro forward, Carbone e Iriarte. De pronto y tras una indicación del árbitro, los capitanes de ambos equipos, nada menos que el Toro Astengo y José Nasazzi, se dirigieron al palco de honor del Estadio Nacional para invitar al coronel Alejandro del Barco, ministro de Guerra, a ejecutar el play de honor entre aplausos del respetable. Y entonces rodó el balón. En la tribuna, Lolito sentía crecer un nudo en la garganta. Por lo menos el equipo de la Universidad mostró iniciativa y empezó atacando. Pero el mariscal José Nasazzi, todo un campeón mundial, alcanzó a interrumpir el tránsito del balón y sin vacilar se internó en el campo del cuadro crema generando resquemor y desconcierto. Felizmente Plácido Galindo alcanzó a detenerlo con eficacia. El profe Borelli había estudiado muy bien el desempeño de sus compatriotas del Bellavista y se notaba que el cuadro de la Universidad, con un despliegue aplicado, impedía el fluido juego uruguayo. Los cremas le aplicaban a los visitantes lo que hoy llamaríamos pressing. La prensa deportiva de entonces hablaba de escenas sin color y hasta de desorden. Pronto acudieron las emociones a encender la tarde como sea. Una mano del Toro Astengo, por ejemplo, generó la primera sensación clara de peligro. Aníbal Dorado puso rápidamente en juego a su hermano Pablo, que alcanzó a sacar un buen centro. Denegri vaciló en el rechazo pero el balón salió felizmente fuera del campo de juego. Una exhalación de alivió en la tribuna coronó la jugada. Qué peligro. Por algo eran los campeones del mundo. Los cremas intentaron devolver la visita y de pronto Mascheroni falló en el quite dejando suelto a Cárpena. Con toda tranquilidad el nueve crema abrió el balón a Souza, mientras la tribuna empezaba a atizar pasiones. Y el mundialista Souza estaba en vena, controló el balón con calidad, burló a Aníbal Dorado y con toda comodidad centró el balón a Sabroso, que intentó de cabeza pero no alcanzó a conectar. El partido ganaba en intensidad. Y nadie regalaba nada. A los pocos minutos se produjo un tremendo choque entre Cárpena y Bonchiani. Los dos jugadores quedaron tendidos un rato largo y la paralización permitió a ambos equipos replantear su táctica. Pacheco y Souza, los extremos de la Universidad, estaban particularmente acertados y veloces. Empezaban a hacer daño. A fin de contrarrestar ese efecto, los uruguayos abrieron su defensa para no dejar desprotegida la banda. Entonces la línea media 185

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