(En agosto de 1930 cayó el presidente Augusto B. Leguía y entró en su lugar el comandante Sánchez Cerro. Hubo huelgas, protestas y masacres como la de Malpaso… pero hacia fin de año la tranquilidad se creía recuperada. Para festejarlo venía una extraordinaria temporada internacional con los campeones del mundo, los uruguayos, vistiendo la seda del Atlético Bellavista.) ENTRE NAVIDAD Y REYES, LA DISPUTA DEL BALÓN Y EL PODER143 Efraín Trelles Aréstegui Como en el ensueño de una situación ideal, parecía vivirse un extraño momento de quietud y expectativa. Y para las fuerzas del gobierno ni se diga. Por fin todos parecían estar lejos de conspiraciones, marchas y huelgas. Por fin sin otra cosa en qué pensar que en las fiestas y en el fútbol. Por un momento había tranquilidad, o eso parecía. Porque las aguas de la política habían vuelto a moverse cuando se hizo pública una entrevista llevada a cabo por Zoila Aurora Cáceres a Luis Sánchez Cerro, el Mocho. La entrevista se había realizado para publicarse en El Heraldo de La Habana, pero pronto fue reimpresa en la prensa peruana. La reportera, precursora del feminismo e hija del mariscal Cáceres, recorrió algunas preguntas esperables hasta soltarle a su entrevistado aquella que estaba en la mente de mucha gente, una pregunta capaz de revelar las intenciones de Luis Miguel Sánchez Cerro: compartía el recuerdo colectivo de que esa revolución tenía por fin último entregar el poder a un civil. La pregunta movió un resorte en el presidente de la Junta de Gobierno, que con el pelo alborotado y la mirada encendida, dijo: «Yo hice la revolución para realizar un ideal de justicia, de honradez y de moral social, no para cambiar presidente. Tengo que realizarlos y prometo que cumpliré la misión que me he impuesto». No dejaba dudas, mucho menos ocasión a la repregunta. «La influencia no existe para mí. Ni siquiera acepto insinuaciones que me aparten de lo que me he propuesto». La publicación de la entrevista trajo repercusiones. Ya nadie podía 182
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