Ese gol existe 2da edición

[...] algo hacían los del Progreso por dejar buena impresión en el público, pero los de Alianza, en cambio, no se preocupaban y jugando de mala gana, fallaban en sus tiros, no se entendían entre los delanteros; viéndoseles jugar desordenadamente por todos lados, menos por el que debían ocupar. Los fouls de parte de los del Alianza se repitieron y mientras tanto en las tribunas el desagrado por el mal partido y la forma poco deportiva como se presentaban los fouls, se exteriorizó en manifestaciones de descontento. [...] Poco a poco, comenzaron las fallas, que parecían deliberadas, la bola era constantemente enviada al out y el partido degeneró por completo. [...] Momentos después Loyo incurrió en foul penal y Rosteing (sic) se encargó de cobrarlo, y sucedió lo que ya se decía: Rosteing falló el tiro, enviando la pelota sobre el arco, a notable altura. Esta actitud provocó aún más protestas de las tribunas (El Comercio, 10 de setiembre de 1928). La precisión en los detalles de cómo fallaron los de Alianza es llamativa, y más aún cuando exculpa a los del Progreso. Es conveniente notar que Progreso era un equipo compuesto íntegramente por obreros. En cambio, el de La Prensa termina culpando a los dos diciendo que «debemos recordar a los jugadores de ambos equipos, la obligación moral que sobre ellos pesa de actuar siempre en la cancha, aportando sus mayores esfuerzos por salir airosos, vale decir por corresponder al prestigio de que gozan y a las simpatías que la afición les dispensa» (La Prensa, 10 de setiembre de 1928). Vemos que no solo los relatos de El Comercio y La Prensa no coinciden, sino una vez más son diametralmente opuestos. El apoyo total del diario El Comercio a las actividades deportivas de los universitarios queda demostrado cuando al final del primer enfrentamiento entre Alianza Lima y el equipo de la Universidad: [...] un numeroso grupo de entusiastas, entre los que la mayor parte eran estudiantes, cargó en hombros a los jugadores, organizando un desfile. [...] Llegados a las puertas de El Comercio, requirieron la presencia de alguno de sus redactores. El jefe de redacción salió y recibió una calurosa manifestación de simpatía. El señor De las Casas (jugador de la Universidad) reveló el objeto de los manifestantes, quienes habían querido venir a testimoniar su reconocimiento a este diario por la forma cómo habían sido siempre estimulados en sus prácticas deportivas. Se dieron tres hurras por El Comercio y por la Universidad (El Comercio, 24 de setiembre de 1928). El estímulo que los redactores del diario El Comercio brindaron a las prácticas deportivas que los universitarios realizaban en 1928 no era novedoso. Fanni Muñoz sostiene que: 149

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