diferencia de Alianza, los jugadores universitarios sí se presentaron con la denominación oficial de su institución. 3. LAS DOS CARAS DE ALIANZA: TRADICIÓN Y PATERNALISMO Cabría preguntarse los motivos por los cuales hombres vinculados a Leguía apadrinaron a un equipo barrial de albañiles y choferes. En 1986, un trabajo pionero referido a los patrones sociales y culturales de los obreros limeños de principios del siglo XX fue publicado por Stein. Allí analiza las diferentes actividades de la vida cotidiana de estos actores de la capital peruana. Uno de sus trabajos está referido al fútbol. Para el autor, al igual que para otros investigadores, el fútbol puede ser entendido de dos maneras totalmente opuestas: como una forma de control social de parte de los grupos dominantes hacia los sectores populares y, de otro lado, como una manera de crear enemistades entre los grupos populares, incentivando la rivalidad y la beligerancia. Para el mismo Stein, que el Estado, representante de las clases dominantes antiguas y modernas, tuviese que apoyar a Alianza significaba, ciertamente, socavar su propio poder, porque ampliaba la hegemonía de las clases populares. Pero, por otro lado, también significaba que el Estado se legitimaba frente a estas mismas clases populares como un Estado o gobierno populista que, de paso, admitía cierta democracia étnica. Se generaba, de esta manera, un proceso similar al que vivió la procesión del Señor de los Milagros en esos mismos años, o la música indígena con la celebración oficial del Día del Indio (Stein, 1986, pp. 151, 154). Así, a diferencia de lo que ocurría con los universitarios, el gobierno de Leguía era totalmente incluyente, por lo menos en el discurso, lo que le servía para granjearse las simpatías populares. Incluso pretendió, sin éxito, ganarse los aprecios de los universitarios, promoviendo una ley de reforma universitaria. A Leguía, aquella idea de estatus a través de la apariencia y el consumo, le debe haber parecido trasnochada y perteneciente a la oligarquía, sus enemigos políticos. Sin embargo, muchos de sus partidarios parecen haber sido esos mismos arribistas, a los que se conocía como «huachafos». Parker agrega que «no es por casualidad que un artículo publicado en la revista Hogar en 1920 identifica al huachafo como partidario de la Patria Nueva de Augusto B. Leguía. Así, vemos la conexión entre la insurgencia política del Oncenio y la insurgencia social que dio origen a la palabra» (Parker, 1995, p. 173). 139
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