Ese gol existe 2da edición

Los textiles presentaron un equipo de los mejores jugadores de las mejores fábricas y los choferes también formaron un equipo. Los choferes tenían la ventaja que en esa época casi todos los jugadores del Alianza eran choferes: Lavalle (Víctor), “Cochoy” (Sarmiento), Neyra (Demetrio), Villanueva (Alejandro), eran choferes. El equipo del Alianza lo integraban también Alberto Montellanos y Eulogio García, pero Montellanos y García trabajaban, uno en la fábrica de La Victoria y el otro en El Progreso, y nosotros no podíamos permitir que siendo de nuestro gremio, jugaran por los choferes: esto los desintegraba del equipo de los choferes. Pero eso no importaba, porque ellos podían llenar su equipo con otros buenos jugadores, pero nuestro equipo lo integramos con Montellanos y con García, lo integramos con Quintana (Julio) que era textil, que trabajaba en El Progreso, con Bulnes (Juan), el “Gato” Bulnes, que también trabajaba en El Progreso, con Rojas, goalquiper de Santa Catalina. Conformado por algunos de Vitarte, como Juan Manuel Vásquez, como Ernesto Heredia, Juan Carranza, Pedro Villena. Era un juego caluroso, para que ganara su gremio. Ellos no jugaban por el Alianza, sino por su gremio, los choferes. Los textiles jugaban también por el gremio de textiles (Portocarrero, 1987, p. 96). A los mencionados habría que agregar los nombres de Juan Valdivieso, Juan el «Quemado» Rostaing, Alberto Soria, Eugenio Segal, José Arana, Adelfo Magallanes, Julio Rivero, Tenemás y el gran José María Lavalle. De ellos, Valdivieso era ebanista, José María adobero, Rostaing albañil, Segal comerciante, Tenemás mecánico y Soria cobrador de agua potable99. Foto 7. Jugadores aliancistas del gremio textiles en la Fiesta de la Planta, Vitarte, 1927. Archivo Aldo Panfichi. Pero la articulación de los jugadores del Alianza con la sociedad popular tenía otro canal: el ser miembros de los barrios populosos. Si bien este canal se daba simultáneo al otro y, a la vez, era menos articulador de prácticas sociales, no era menos importante. Esto se manifestaba en las constantes demandas para que jugadores aliancistas fuesen a jugar a los barrios. Uno de los «clásicos» era el que jugaban las haciendas de Lince y Lobatón: 118

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