campaña por difundir el deporte, del mismo modo que criticó a El Comercio por «servir los intereses» de la Federación contra la opinión pública. Finalmente el castigo al Alianza le fue levantado, luego de que firmaran una carta de arrepentimiento. Los voceros de la Federación comprendieron «porque al fin y al cabo esa gente por su falta de cultura no tiene tanta conciencia de lo que hacen» (Toros y Deportes, 8 de febrero, 1930, p. 2). Y así el Alianza volvió a formar parte del sistema oficial jugando su primer partido contra el Tucumán, que había derrotado estrepitosamente a los otros equipos capitalinos. Los morenos de La Victoria le ganaron por 3 goles a cero volviendo a manifestarse la solidaridad del público espectador: «No tiene precedentes la forma como el público recepcionó al Alianza Lima al ingresar a la cancha. La ovación que le tributó fue estruendosa y que hay que interpretarla, por lo menos, como un reconocimiento de su tan discutida valía» (Toros y Deportes, 15 de febrero, 1930, p. 4). Al mismo tiempo que el Alianza volvía «a la legitimidad», lo tomaba a su cargo un nuevo presidente, Juan Bromley, un alto empleado de la Municipalidad de Lima. No sabemos hasta qué punto la dirección de Bromley fue una condición previa para levantar el castigo, pero lo que sí es cierto es que él «estableció el orden» entre los «indisciplinados» aliancistas. Una revista de la época al principio cuestionaba su habilidad para lograr esto: Hay quienes dudan de la capacidad de don Juan Bromley para dirigir con éxito al Alianza. Su decencia personal, su hombría de bien, unidos a su desconocimiento del medio en que se desenvuelve el fútbol, se consideran como inconvenientes para una labor, en la que se necesita más que capacidad en el deporte, poseer “viveza criolla”; dedicar su tiempo a quemar incienso a determinados personajes y estar al corriente de las mil intrigas que se suscitan diariamente («Villanueva literato». El Sport, 5 de abril, 1930, p. 15). No hay evidencia de que el Sr. Bromley llegara a quemar incienso, pero tenía, quizá, un arma más potente para lograr la «pacificación» de sus jugadores: el dinero y la oferta de trabajo relativamente bien remunerado. Actuando de acuerdo con el modelo paternalista que había sido introducido años atrás por los clubes de fábrica, Bromley consiguió empleos en la Municipalidad para todos los jugadores que los quisieran, y hacía los acostumbrados préstamos a los jugadores que los pidieran (Miguel Rostaing. Entrevista, 22 de abril, 1982). 101
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx