El Patito feo

que por los patos o las gallinas, o por los fríos y las calamidades del invierno”. Se lanzó, pues, al agua, y nadó en dirección de las señoriales aves. Estas lo vieron y se precipitaron hacia él con las plumas encrespadas. “¡Mátenme si quieren!” -exclamó el pobrecito, e inclinó la cabeza hacia el agua, previendo y temiendo la muerte. Pero, ¿qué fue lo que vio en la transparente superficie? Vio su propia imagen, pero ésta no era ya la de un desmañado pajarraco gris, sino la de un cisne. ¡Era un cisne! ¡Nada importaba haber nacido en un corral, si uno procedía de un huevo de cisne! Hasta se alegró de haber pasado por tantas penurias y tribulaciones, que lo capacitaban mejor para apreciar ahora su actual felicidad, su nueva situación entre toda aquella belleza que acudía a recibirlo. Los grandes Cisnes estaban nadando alrededor de él, rozándolo al pasar con el pico. Unos niños llegaron al jardín con pedazos de pan y granos que arrojaron al agua, y el más pequeño exclamó:

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