El Patito feo
empezó a calentar de nuevo la tierra, el patito yacía en el pantano, entre los juncos. Las alondras cantaban; acababa de llegar la hermosa primavera. De pronto el patito alzó las alas, y éstas se agitaron con mucha más fuerza que antes, haciéndolo ascender vigorosamente hacia el cielo. Antes que se diera cuenta de dónde estaba se encontró en un amplio jardín, rodeado de manzanos en flor respirando un aire perfumado por las lilas que crecían en las irregulares orillas del lago. Y vio también tres hermosos cisnes que se acercaban a él saliendo de entre un macizo de plantas. Nadaban suave y ágilmente, con un tenue rumor de plumas. El patito reconoció a las majestuosas aves y no pudo evitar que lo sobrecogiera una extraña melancolía. “Volaré hacia ellos -se dijo-. Me acercaré a los reales pájaros aunque me deshagan a picotazos porque soy tan feo. ¡No importa! Mejor ser destrozado por ellos
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