El Patito feo
se llevó a su pequeño rescatado. La esposa del campesino se hizo cargo de él, y no tardó en revivirlo con sus cuidados. En la casa, los niños quisieron servirse de él para sus juegos, pero el patito, recelando de que lo maltrataran, huyó espantado y fue a caer en la cazuela de la leche haciendo salpicar el líquido por todo el cuarto. La mujer soltó un chillido y extendió los brazos; el patito dio un segundo salto y esta vez fue a parar dentro de la cuba de la mantrca. Salió enseguida, pero es de imaginarse cuál sería su aspecto. La dueña de casa volvió a chillar y trató de golpearlo con las tenazas. Los chicos cayeron unos sobre otros en sus intentos por capturarlo, dando todos verdaderos alaridos de risa. Por suerte la puerta estaba abierta, y el patito huyó por entre los matorrales y la nieve recién caída. Y allí quedó, completamente exhausto. Sería tarea muy triste el detallar todas las privaciones y miserias que tuvo que soportar durante el largo y duro invierno. Cuando el sol
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