El Patito feo
Créeme; hablo muy en serio. Te estoy diciendo verdades de a puño, y ese es el mejor medio de saber quienes son los buenos amigos. Limítate a poner huevos, o aprende a ronronear, o a sacar chispas. -Lo que me parece es que me voy a marchar otra vez por el mundo -respondió el patito. -Pues hazlo; será lo mejor -fue la terminante respuesta de la gallina. Y el patito se fue. Anduvo flotando en el agua y zambulléndose todo cuanto le dio la gana, pero siempre mirado con desdén y de soslayo por toda criatura viviente, debido a su fealdad. Así hasta que llegó el otoño, y las hojas del bosque se pusieron pardas y amarillas. El viento se las llevó, y las hizo danzar en remolinos. El cielo se puso frío, cubierto de nubes cargadas de nieve y granizo. Un cuervo fue a posarse sobre una cerca y graznó, del frío que tenía. Sólo pensarlo hacía temblar. El pobre patito estaba ciertamente en un gran apuro.
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