El libro de las maravillas - Cuentos de Tanglewood

mente inmóvil. -No es más que un somnífero -explicó la hechi- cera-. Estas malvadas criaturas pueden ser de gran utilidad, por lo que prefiero que sigan con vida. ¡Rápido! ¡Coge el preciado trofeo y huyamos de aquí! ¡Acabas de conseguir el vellocino de oro! Jasón descolgó el vellocino del árbol y corrió a través del pequeño bosque, mientras el res- plandor de su valioso tesoro iluminaba el os- curo camino. A escasa distancia, vio a la ancia- na que había cruzado el río sobre sus espaldas, acompañada por el pavo real. La anciana batió palmas en señal de alegría y, rogándole que se apresurara, desapareció entre las sombras de los árboles. Divisando a los dos hijos alados del Viento Norte (que se divertían volando a gran altura bajo la luz de la luna), el joven príncipe les ordenó que comunicaran a los demás argo- nautas que debían embarcar al instante. Pero Linceo, con su prodigiosa vista, ya le había visto venir con el vellocino de oro (a pesar de

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