El libro de las maravillas - Cuentos de Tanglewood

mente malvada, como todas las hechiceras, y deseaba asustar al valeroso Jasón)-. ¿Qué po- sibilidades crees tener ahora de conseguir el vellocino de oro? El joven respondió desenvainando su espada y dando un paso al frente. -¡Espera, insensato! -gritó la princesa asiéndo- le del brazo-. ¿Acaso no ves que estás perdido si no me tienes como ángel de la guarda? En esta cajita dorada tengo una pócima mágica que será mucho más efectiva que tu espada. Es probable que el dragón oyera sus voces; pues su oscura cabeza de bífida lengua apare- ció silbando entre los robles, y se precipitó hacia ellos a grandes saltos. Medea arrojó con fuerza la pócima de la cajita dorada en sus fauces. El monstruo, con un te- rrible suspiro y retorciéndose con fiereza, se elevó por los aires, alcanzando con su cola la copa del árbol más alto; y cayó a tierra cuan largo era, quedando allí tendido, completa-

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