El libro de las maravillas - Cuentos de Tanglewood

reció saltando alegremente entre los árboles, y se dirigió hacia el vellocino de oro. De pron- to, se oyó un espeluznante silbido y vieron aparecer la gigantesca cabeza y la mitad del cuerpo cubierto de escamas del dragón (en- roscado en el tronco de aquel árbol), que apresó entre sus fauces al pobre animal y se lo tragó de un bocado. Después de esta proeza, la abominable criatu- ra percibió la presencia de algún otro ser vivo en las cercanías (que sin duda creyó que ter- minaría sirviéndole de postre). Por esta razón, comenzó a olisquear entre los árboles, husmeando por todas partes, estiran- do asombrosamente su largo cuello, acercán- dose al roble donde Jasón y la princesa se es- condían. Era realmente pavoroso contemplar aquella cabeza agitándose y retorciéndose en el aire a tan corta distancia. El tamaño de aquellas enormes fauces era casi tan grande como la entrada del palacio real. -Bueno, Jasón -susurró Medea (pues era real-

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