El Heraldo masonico

EL BERALOO. fluencias, conspira contra la paz de los Estados y las vidas de sus enemigos, valiéndose para ello de los mismos sacrnmentos. (Continuará.) VABJEDADES. LOS ESPOSOS. {,\J\TÍCVLO OlUGINAL) (Conclu~ion) - Veáse el numero 21. Y en nuestro tiempo hay, por desgracia, mu– jeres que henchidas de orgullo, deprimen las no– bles y delicadas costumbres dictadas por el ho– nor. Ellas se avergüenzan de la humildad., y si hacen un beneficio, es por ostentacion no poi· ca– ridad. Esas mujeres pretenciosits que, bajo la corle– za <le un valimiento que no poseen, infestan la atmósfera social, son autores de la propaganda inicua con que so desprestigia el matrimonio, y eata.s que han manchado pérfidamente el tálamo nupcial, quieren vet· en la mujer honrada un cri– minal como ellas. Verdad os quo, hombres pcrYersos é hipócri– tas, encubiertos con el barniz de dulzura y beati– tud, escalan lambieu el santuario de la uoion conyugal; pero si los principios de una educa– cion sólida y mesurada estuvieran grabados enel cornzon de la mujer, <lesde la niñez, el mengua– do seductor recibi1·ia el condigno castigo, de la misma mano que aspiraba a empañar coo su aliento. Mas, ¿para c¡uc aflijirnos y procurar el mcjo– ramienlo do las costumbres, cuando la sociedad ric y charla en ludibrio do sí misma? Si la civi li– zacioo acepta quo los ,·ínculos sociales se prosti– tuyan, que la moral pierda su brillo é iotlncncia ¿serémos nosotrns los (JUC podamos contener el desbordamieoLo de las pasiones? Dificil 6 ineficaz seria nuestro tn1baj0, pero no por oso, hemos ele dejar de emitir nuestras opiniones, aunque esté– mos bien seguros do ciue nada conseguir6mos. Los masones, que tienen por fundamel) los de su inslilucion la moral pum del Evangélio, y la mision de rl'gencrnr los bábitos perni ciosos de la humar.idad, seran los que, con constancia ó infatigable célo, podran opera r alguna metamór– fosis en las práctic,1s generalmente aceptadus, con especiali<la<I sobro el matrimonio. Con ese fio, hemos hecho los apuntes que registra este periódicocn los nú:neros6,8,l~,21yclpresente, para que tornando en coosideracion, no nues– tras ideas, sino el 1 >unto C'ardinal, se discuta en las Lógias y so rc-:orniendc u los hermanos la pro– pagacion <le tan ~alnclnhle como fundamental principio. Dedicados los 1'.i.1!eres á objetos elevados y de comun uLiJidad, se veran sus columnas pobladas de hermanos; y las nuerns iniciaciones 11tluiran atraidas por el interés de adquirir conocimieotoe moralizadores y de ejercitarse en los dogmas de prosperidad, amor y 1rnion. ¡Ojalá nuestra voz se oiga oo los templos ma– sónicos! INSERCIONES. HH... EU. ·. Sí1·vanse clar logar en las columnas de su e&– timable periódico al siguieütOartículo tomado de las obras del céleb1·e J. J. Bousscau. i\IOHALIDAD DE NüESTR,\S ACCIONES. Toda la moralid.id de nues~ras acciones está en el juicio que tenemos de ellas en nosotros mismos. Si es cierto quo el bien sea bien., debe serlo en el fondo de nuestros corazones como en nuesLras obras; y el prin1cr precio de la justicia es conocer, ó por mejor dJcir, esperimentar que se practica. Si la bondad moral es conforme á nuestra natúralcza, el hombre no podrá estar sa– no de espíritu ni bien cons tituido sino en tanto que es bueno. Si ella no lo es, y el hombre sea naturalmente malo, no puede dejar de serlo sin corromperse, y la bondat.l 0 11 él no es mas que un vicio conLra la naturaleza. lio<·ho para daíiar á sus semejantes, como P-1 lobo para degollar su presa, un hombre humano seria un auimal tan depravado como un lobo compasivo, si puedo valerme ele esta voz, y la virtud sola nos deJaria remordimientos. Pero entremos en nosotrns mismos; examine• mos, apartando a uo lado todo interés personal, adonde nos conducen nuestras inclinaciones. ¿Qué espectaculo nos lisonjea mas, el de los tor~ mentos 6 el de la felicidad do otro? ¿Qué os lo que mas nos satisface y nos deja una impresion mas agradable <lespues de haberlo hecho, un ac– to de beneficencia, 6 uno de maldad? ¿Por cual os inleresais en los teatros? ¿Son los crímenes en losque os complaceis? ¿Esásus aolores cas– tigados á los que tributais vuestras i(igrimas? Tocio nos es indiferente, dicen, fuera de nuestro intercs; y por el contrario, las dulzuras de la amistad y de la humanidad nos consuelan en: nuestras penas, y aun en nuestros mismos pla– ceres seriamos demasiado solos, demasiado mi– serables, si no tuviesemos co:1 quien partirlos: si nada hay de moral en el eorazon del hombre, ¿de dóndP, le vienen ~sos transportes <le admira– cion hácia las grandes almas? Ese entusiasmo de la virtud, ¿quó rolacion tieno con nuestro in– terés privado? ¿Por qné querria yo mejor ser Cnlon despedazandose las entral1as, que César triunfante? Quitad, pues, de nuestros corazones oste amor a lo bueno, y quitais todo el encauto de la vida. Aquel cuyas viles pasioues han aho-

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